Tuve la suerte de que mis hijos jamás ensuciaron mayormente las paredes de la casa. Los dos tienen tienen padres artistas, dibujantes ambos. Ellos son ahora dibujantes profesionales también.
Supongo que como siempre tuvieron papel
al alcance de su mano, no necesitaban pintar paredes. Usaban cuanto papel les
caía, yo juntaba de aquellos que habían sido utilizados de un lado, o
comprábamos cuadernos baratos, o utilizábamos rollos de papel de almacén, al
que le íbamos cortando porciones. Realmente, no fue mi caso sufrir por paredes.
De todos modos, es una interesante idea dejarles una pared de su cuarto o del patio para
pintar. O pizarrones. O rollos de papel que se dosifica. Siempre hay un modo.
Sólo tener en cuenta una cosa: que la
creatividad no se anule. "Qué bonito esto que dibujaste, la próxima vez
no lo hagas en esta pared, mira, usa esta otra todo lo que quieras y ninguna
otra".
Que un poco de pared escrita se puede
tapar con pintura, pero un grito, un reproche, un castigo aniquilan dos
virtudes indispensables para su futuro desarrollo y son muy difíciles de
recuperar: la creatividad y la seguridad para llevarla a cabo.
Vale más un poco de pintura a cada tanto
para tapar garabatos que un enojo para tapar una expresión infantil para
siempre.
Horas interminables con cualquier papel.
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