Lo creo absolutamente y no me cansaré de repetirlo.
Aunque no debemos caer en el lugar común de lo que se
escucha decir —por falta de educación, justamente— que hay seres intelectuales
y educados que son criminales, que la verdadera falta es el amor, que dios, que
la compresión y todas esas cosas abstractas e impracticables, ya que no se
puede esperar mágicamente que todo eso suceda en la humanidad.
La educación, la verdadera educación, es
la única herramienta capaz de lograr que los problemas se
minimicen, es una acción tangible que logra el cambio. No me refiero
a cuántas horas duró cierta batalla del siglo XVIII, ni cómo se llama un río de
Estonia ni cuánto mide el cerro Aconquija. Ni siquiera me refiero a cómo se
escribe una frase, ni cuál es el resultado de una ecuación logarítmica. Me
refiero al conjunto de instrucción que se debe impartir para que el ser humano,
desde niño, sepa razonar, discernir, empatizar, conocer las diferencias entre
seres humanos, estimular la creatividad para encontrar consensos fácilmente,
educar su cuerpo y su mente para ser una persona de valores. Filosofía,
historia, matemáticas, lengua, geografía, arte, reglas de convivencia, y todo
lo demás son elementos que deben formar, en su conjunto, mentes libres
y pensadoras que analicen con soltura y seguridad los problemas de su
entorno y eso se propaga universalmente.
¿Que parece una utopía? Lo parece, pero no lo es.
Solamente es algo demorado ex profeso desde hace bastante tiempo porque a los
poderes les convienen personas iletradas, sumisas, ignorantes y prejuiciosas.
Todo ese combo lleva a problemas, falta de ingresos, injusticias sociales y
económicas, un paquete del que se nutren unos pocos para engordar sus bolsillos
tranquilamente a costa de muchos.
Esta educación de la persona integral, niñas y niños,
se está dando en ciertos países lentamente, con mucho esfuerzo para crecer.
Pero está viniendo, todos nosotros no lo veremos mucho, pero sabemos que está
implementándose y que debe seguir creciendo sin pausa.
La educación integral y correcta enseña respeto y
a partir de todo eso, vienen las demás cualidades. La educación al alcance de
todos, para enseñar valores al mismo tiempo que instrucción, es la clave. No
caigamos tampoco en el otro lugar común en el que se afirma hasta el engorroso
cansancio que los valores se enseñan en el hogar. Sí, es cierto que debería ser
así, pero son muchos más los hogares disfuncionales, ausentes, inexistentes o
carentes de esos valores. La escuela, entonces, es la que debe suplir esa
falta. Sin discusión, para todos por igual. Para los niños de
hogares afortunados que encuentran en la escuela que es verdad lo que sus
padres les dicen y para los desfavorecidos, que aprenden lo que nadie les
enseñó desde la cuna.
Hoy en día se forma a los estudiantes simplemente
para que se adapten y se amolden al modelo social predominante, pero el
compromiso que debemos asumir es el de formar para no
reproducir lo predominante, máquinas para alienar y trabajar para otros, sino
para ayudar a los alumnos a ser personas auténticas y plenas, capaces de mirar
la realidad de una manera lúcida y de estar siempre comprometidas en su
transformación: pensar por sí mismas, ser críticas, actuar en coherencia con
sus valores y principios.
En resumen, hay que formar, sobre todo, personas
competentes, capaces de discernir los signos de los tiempos de una forma
crítica, comprometida y reflexiva.
Por lo tanto, insisto, en la
educación al alcance de todos está la base de la evolución de
la humanidad.
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