Manos como éstas me parecen las más bellas que existen. Las manos que trabajan, las que curan, las que tejen, las que parecen arañas en la flauta traversa (qué bellas), las manos de mis hijos dibujando, las manos de mi madre escribiendo con tiza en el pizarrón de la clase. Las manos que crean arte, las que cocinan, las que escriben, las que delatan su oficio, ésas son las que me conmueven.
Las que, enormes y aparentemente serenas y cálidas en el mármol, me permiten "oír" a su sangre corriendo en sus venas.
Las que imploran por justicia en el bronce, como testimonios de una historia que hay que reparar.
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