La historia del mundo nos cuenta de muchos niños valientes que merecen ser recordados. Me limitaré a hablar de uno que casi nadie que no sea argentino conoce, y es la historia de Pedrito Ríos.
En épocas de las luchas en contra de las invasiones y conflictos armados en Sudamérica, en mi país cada zona libraba su batalla, y en el caso de esta historia, bajo las órdenes del General Manuel Belgrano. Pedrito, que había nacido en la actual Concepción —antes llamada Yaguareté Corá—, en la provincia de Corrientes, tenía doce años cuando, después de mucho insistir y ser rechazado, aún con el permiso de su padre, logró que Belgrano accediese a sumarlo a su tropa libertadora en su expedición al Paraguay, con la condición de que sólo se hiciera cargo de las funciones de la retaguardia, fortificando las carretas del parque de armas y atendiendo el hospital de campaña.
El 19 de enero de 1811, ya se cumplieron 211 años, Pedrito tuvo su bautismo de fuego en la batalla de Paraguarí, y al ver que el tamboril tuvo que abandonar el instrumento para sumarse a la lucha, y tras observar que el Coronel Celestino Vidal, que padecía de importante ceguera —esos hombres que aún así salían a la batalla…— , se había quedado sin la guía del sonido, y sin decir agua va, el niño tomó el tambor y corrió a la vanguardia junto al Coronel, para indicarle con el ritmo de los golpes de las baquetas sobre el parche, por dónde ir la batalla. La tropa volvió a escuchar el estímulo del instrumento producido por un niño al que no le importaba el peligro.
En la batalla de Tacuarí, el 9 de marzo de 1811, el muchachito seguía siendo el lazarillo tamborilero del ahora Mayor Vidal, guiándolo en las contiendas. Esta vez no tuvo suerte y dos disparos le alcanzaron en el pecho, haciendo que Celestino Vidal dejara la lucha para asistirlo sin éxito, ya que el niño murió en sus brazos. El Mayor dejó escrito el dolor que le causó esa pérdida de un ser muy querido, que en esa batalla le salvó la vida al detenerse para asistirlo, evitando que cayera en la contienda como todos los demás soldados de su ala.
Existen esculturas y pinturas en donde se representa al Tamborcito de Tacuarí, como fue bautizado en la historia, con uniforme de húsares o un traje de levita antiguo y actitud agresiva en batalla. Eso es inexacto, las tropas apenas tenían uniformes y el niño valiente sólo usaba harapos de unas prendas civiles, las únicas que tenía.
En las memorias del General Belgrano quedó el recuerdo más caro del Tamborcito, junto al otro recuerdo de las valientes Mujeres de Ayohúma, que hicieron que su ejemplo no fuese en vano, como manifestación de un pueblo civil que se ofrenda por la libertad.
"Pedrito Ríos", escultura miniatura de Elizabeth Eichhorn.
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