Sería muy largo de nombrar las muchas esculturas que existen en el mundo que me producen admiración, incluso sería muy injusta. Prefiero dedicarme a esos monumentos que se hacen "porque sí", no son homenajes a próceres ni a nada en especial, solamente se han encargado, realizado y emplazado por estética, algo de lo cual estamos muy lejos de hacer en mi país, Argentina, ya que el arte "porque sí", porque es bello, porque ornamenta, no es una costumbre, lamentablemente, que tengamos.
Nombraré algunas de estas enormes obras que me han causado un enorme impacto.
"El peine del viento", Eduardo Chillida.
Cuando la vi por primera vez, no podía creerlo, me electrizó los pelos de la nuca. Cada escultura de este conjunto de tres, pesa diez mil kilos de metal y están en San Sebastián, en el País Vasco. No sólo son grandes garras aprehendiendo el espacio, con curvas tensionadas en su lucha contra la gravedad, ubicadas estratégicamente en "el origen de todo", sino que luchan a diario contra la inclemencia de la naturaleza. Fascinantes.
"Roca flotante", Smaban Abbas.
En el aeropuerto de El Cairo, se encuentra este desafío a la gravedad, algo que no se puede dejar de mirar, embelesados por una aparente liviandad en los materiales más pesados. Realismo total en la dinámica que muestra.
"El árbol que canta", Anna Liu y Mike Tomkin.
Este portento me ha dejado tremendamente fascinada, para crearlo se usaron cientos de tubos de acero, cada uno tiene un diámetro distinto y gira en un ángulo determinado, por lo que se genera un tono diferente cada vez que el viento pasa por él, y según el día y la dirección del viento, la "canción" cambia. En una colina ventosa de Inglaterra se ha erigido, terminando por ser una atracción turística para los que saben que está ahí.
Vean el video, tómense los pocos segundos que dura, para escucharlo…
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