Te consideras viejo cuando bajas los brazos.
Me viene al recuerdo a un escultor de mi ciudad, que falleció hace un año, Eros Vanz. Yo lo quería muchísimo y me deleitaba escucharle hablar, era inevitable enriquecerse con sus conceptos del arte y su conocimiento. Enamorado eternamente de su esposa Laura, nunca tuvieron hijos, cuando ella partió para dejarlo solo, él la siguió diez meses después, a sus 94 años.
Para el día en que cumplió 90, le organizaron una mega exposición retrospectiva en el Museo más importante de mi ciudad, llenamos los tres pisos con sus obras. En la ceremonia de la inauguración, con el edificio colmado de público, en la presentación a cargo de otro muy conocido artista local, Gustavo Mena, éste contaba que le había preguntado al maestro Vanz si ahora iría más tranquilo, si se quedaría un poco quieto. Eros le respondió: "No, no, no puedo dejar de trabajar, no tengo fuerzas para bajar los brazos."
Una frase que fue la síntesis de su accionar en toda su vida.
Eros tallaba madera, alabastro, mármol, piedra, modelaba en arcilla, en cemento, en cerámica. Dibujaba, pintaba. Hablaba con energía, no tenía vueltas, proyectaba, afirmaba. La mayor parte de su obra que no está en colecciones privadas, está a buen resguardo en la Fundación Bruzzone de mi ciudad, para apreciación del público.
¿Era viejo, Eros? Si lo fue, él nunca se enteró.
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