viernes, 12 de noviembre de 2010

La obra de Miguel Angel en la Capilla de Médici

Extractado de una nota del Dr. Mario A. Vitali, del Diario "La Capital" de Mar del Plata, 24 de mayo de 1992.

La Tumba de Giuliano y la de Lorenzo.

Al entrar en la Capilla se nos presenta, a nuestra izquierda, la tumba de Giuliano, hijo varón menor de Lorenzo El Magnífico, muerto en 1516. Sentado, vestido como jefe militar romano, altiva la cabeza, tiene en la falda un bastón de mando en cuyo extremo superior apoya su mano derecha, sentado, pareciendo estar pronto a levantarse de un salto. En frente, a la derecha, Lorenzo, nieto de Lorenzo El Magnífico y que falleciera en 1519, vestido también como jefe militar romano, cabeza y cuello cubiertos con el yelmo, el codo apoyado en el brazo del sillón y el índice doblado sobre los labios.



Mientras que Giuliano representa a la guerra, a la acción, Lorenzo pretende representar el pensamiento. Estas estatuas confieren a estos Médicis una jerarquía de príncipes, un carácter de nobleza que ni en sus actos ni en sus vinculaciones tuvieron. No son hijos de dioses ni de héroes ni de príncipes. Miguel Angel, al representar así a los descendientes de su antiguo mecenas, retribuyó con creces los favores recibidos en el Palacio Médici.



Por debajo de las imágenes glorificadas de los difuntos, las colosales figuras alegóricas. Por debajo de Giuliano, La Noche y El Día. Por debajo de Lorenzo, La Aurora y El Crepúsculo.

La Noche y La Aurora.

Estas figuras femeninas están más terminadas que las figuras masculinas. La Noche es un desnudo de mujer gigante y triste y sin pizca de dulzura, con atributos alusivos al sueño. La Aurora, la más terminada y la más hermosa de las cuatro, pero la más torturada, abre los ojos al nuevo día con expresión de desencanto, personifica la pesadumbre.


El Día y El Crepúsculo.

Figuras menos terminadas que las estatuas femeninas, El Día es una masa informe de músculos y el rostro semi oculto en el que sólo se destacan dos huecos profundos de los ojos. El Crepúsculo, de rasgos abocetados pero netos tiene aspecto de varón maduro y fatigado.

La desnudez actual de las paredes, en las que alternan las columnas corintias, los arquitrabes y ventanas, conviene porque las estatuas rinden todo su efecto plástico y nos oprime una sensación de fúnebre silencio.


El artista, en el otoño de su vida y abrumado por el padecimiento tras el asedio de su patria, había comenzado a concentrar su reflexión sobre el tema de la muerte, por lo que fue feliz ventura que a semejante estado de ánimo se le diera la oportunidad de expresar en forma plástica su filosofía de la muerte.



Como dice Papini, las estatuas resultaron "el visibile parlare" de su desesperación, la más pura confesión del pesimismo miguelanguesco, pesimismo que no impedirá crear ese colosal poema, himno de la noche y a la muerte, "sinfonía fúnebre tallada en el mármol" (Renée Arbour), una de las afirmaciones más formidables de la energía vital que haya dejado jamás un artista.

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