domingo, 31 de julio de 2022

Un proyecto que fue una bala esquivada

 Vino a mi taller, en una oportunidad, un señor que se diría "visionario", pero que en realidad no eran más que delirios de grandeza.

Su propuesta era construir, bajo mi diseño (que lo hice) un original Cristo de 39 metros de altura, para superar en 1 metro al Cristo Redentor del Corcovado, en Brasil. Solvencia económica para ello tenía, el sitio era hermoso, hicimos un recorrido por él marcando el lugar de emplazamiento, ya que esas vastas tierras, casi al final del Sistema de Tandilia con sus elevaciones, eran de su propiedad.

El plan era genial y con mi experiencia en esculturas gigantes (la última en la que trabajé, ayudando, era de 20 metros sobre la cumbre de un cerro), para mí era muy factible. Y era muy, muy bien pagado.

El problema fue en la técnica, la infraestructura para levantar la obra. Hablé con un ingeniero y un arquitecto me dibujó los planos de anclaje en la roca, estaba sumamente asesorada, a eso sumándole mi experiencia anterior. Pero este señor era un hueso duro de roer, no quería que formara un equipo idóneo y profesional, porque "alguien le había dicho" que no hacía falta, que como el sitio era de roca viva, bastaba con clavar unos hierros un par de metros y levantar la figura así, ya que la roca de la sierra sería su basamento. Un delirio total.

No dormí por doce días, angustiada por semejante disparate. Me imaginaba la inmensa escultura caída después de quién sabe qué leve movimiento de la tierra, o simplemente porque, al estar como agarrada con las uñas a la roca, caerse era la única opción. Y matar a alguien, también.

Mi hermana me dijo: "Sigue a tu instinto". Por lo tanto le hablé a ese señor, le entregué mis bocetos a modo de consuelo y le dije que desistía del proyecto, porque en esas necias condiciones me negaba a trabajar. Volví a recuperar mi sueño.

Hoy en día pienso en qué lindo hubiera sido… en las correctas condiciones.

Emociones en un bautismo futbolístico

El primer estadio de fútbol que visité, al que fui solamente porque las circunstancias me llevaron, fue... ¡la Bombonera!

No soy fan del futbol ni me interesa más allá de ver a la selección de mi país en los mundiales, apenas conozco el reglamento de un partido. Sin embargo, las circunstancias de la vida en mi trabajo me hicieron conectar con mucha gente linda y valiosa relacionada a este deporte.

Sucedió cuando se iba a inaugurar la escultura homenaje a Diego Maradona, que me habían encargado en ese tiempo. Llevaron la obra terminada, desde mi casa hasta la ciudad de Buenos Aires, al Club de Boca Juniors. Los muchachos salieron todos en la van, directo de mi taller al club y yo viajé en bus, para llegar casi juntos a la capital.

Nunca había visitado en mi vida un club de fútbol, realizamos las maniobras para entrar la escultura de 250 cm de altura, para la que había previsto un carro especial que mandé hacer, la obra pesa 316 kilos, lo sé muy bien porque entre los hinchas hicieron una apuesta para ver quién acertaba con el peso. Con mi experiencia en obras anteriores, la colocamos en su pedestal con precisión de un reloj, a pesar del esfuerzo. Luego de ser tapada con una pana negra, quedamos en esperar, a la tarde, la llegada del homenajeado que, en ese momento, estaba arbitrando un partido amistoso en El Salvador.

A la tarde, Diego ya estaba en el aeropuerto y se mantuvo en contacto por teléfono móvil con los muchachos organizadores del evento, "espérenme, pibes, que ya salgo para allá". Lamentablemente, en el aeropuerto de ese país habían problemas internos y el avión no salía, conforme pasaban las horas.

Llegó el momento del partido de Boca (local) con Argentino Juniors (visitante), siendo éste último el primer equipo en el que Diego jugó en su trayectoria profesional. Todo era muy simbólico y adecuado para ese día que, a la noche, sería la "Navidad Maradoniana", con motivo del cumpleaños de Diego. Ah, sí, fue una experiencia muy pintoresca.

Estando por comenzar el partido, el Club nos invitó a verlo. Aunque me negaba, porque no me interesaba ir, mis jóvenes amigos insistieron. "No, Elizabeth, usted no puede perderse el partido, venga con nosotros, vamos, vamos". Ok, okey.

¡Cuánto les agradezco a estos chicos apasionados que insistieran! ¡Qué experiencia, qué experiencia! Nos sentamos en un lugar ventajoso en donde se podía apreciar la gigantesca bombonera, con su nombre bien ganado, por la forma de su estructura. Yo estaba vestida de inauguración, igual me sirvieron un pancho porque, estar en un partido y no comerlo, no era cosa completa, me comí el pancho tratando de no ensuciar mi impecable trajecito color marfil.

La tribuna, colmada, cantaba toda junta y durante todo el tiempo no dejó de cantar. Era como un sonido de sirenas mitológicas, grave y suave, de continua entonación. Esa suerte de ulular melódico me subyugó. Aún, de recordarlo, se me eriza la piel.

Cuando salieron los jugadores todo se volvió blanco, millones de papelitos caían como nieve con profusa densidad, el verde del césped de la cancha dejó de ser verde. Durante el partido, ante amenaza de gol, la actitud del público se me antojaba como las máquinas textiles industriales, en donde las mil las agujas tejedoras se mueven al mismo tiempo hacia adelante, con un sordo lamento de tragedia.

En el momento en el que Martín Palermo metió un gol xeneize, la tribuna erupcionó, fue un violento volcán. La Bombonera es famosa por ser el estadio que más vibra en el mundo con los gritos de los hinchas y lo pude comprobar, se estremecían de tal modo las gradas y mis entrañas que creí, honestamente, que el cemento se iba a quebrar, cediendo con todos nosotros encima, es algo tan impresionante que se opaca cuando lo cuento.

Mi momento en ese estadio fue para mirar, durante todo el tiempo, los miles de detalles que pude apreciar, personas, rostros, gestos, escenas, palabras, interacciones. Sí, fue inolvidable. Mi primera y única vez en un partido, aunque no la última en un Club de futbol, porque esta escultura se convirtió en un "cabeza de serie" para todas las que vinieron después, en distintos clubes y, en cada uno, una experiencia extraordinaria.

Un tradicional cuento para la niñez

 Cuando niña me gustaba mucho leer cuentos folklóricos bien antiguos, esto es, aquellos que tuvieran un origen en el acervo popular de cualquier país, si eran rusos, alemanes, chinos, daneses o árabes, mejor.

Había uno en particular que me encantaba y me había aprendido de memoria, un cuento wolgadeutsche traído por los abuelos desde sus lejanas tierras. Adjunto un escaneo del viejísimo libro que lo relata en el idioma original de los Alemanes del Volga. Se trata del "Ángel con zapatos". Es muy, muy cortito, estas son las páginas.

En esta imagen se ve traducida en escritura cursiva:

El cuento, traducido al español, dice así:

"El Ángel sin zapatos"

1. Un cura le había encargado a un pintor una gran pintura para su iglesia.
2. Luego de una semana la pintura estaba lista, era magnífica.
3. El cura estaba encantado y la apreció mucho. Pero repentinamente dijo:
4. -¿Pero que ha hecho Ud.? ¡El ángel tiene zapatos!
5. -Cierto. ¿Y por qué no? respondió el pintor.
6. -¿Pues ha visto Ud. algún ángel con zapatos?. preguntó el cura.
7. -Y dígame, ¿Ha visto Ud. un ángel sin zapatos?

De lo que deduje, en aquella mente de niña:

  1. Que el arte es libre de expresarse como quiere.
  2. Que la liturgia es una fantasía.
  3. Que el estilo y la creatividad deben ser personales y jamás se deben coartar.
  4. Que si no existen documentos que prueben un hecho, en mi obra puedo inventar.

Nada despreciable la lección recibida con tan pocas palabras.

sábado, 30 de julio de 2022

El color de las esculturas griegas y romanas

 Por Yannis Gaitanas, specialization in History and Archaeology y Social Anthropology en University of Thessaly.

 Las esculturas griegas y romanas eran obras de arte que intentaban representar algo real. Hay colores en personas y artículos reales, ¿verdad? No somos blanco mármol y nuestra ropa tampoco. Entonces, ¿por qué las representaciones de personas, ropa, artículos, etc. deben ser de color blanco mármol?

No estás preguntando por qué las pinturas del Renacimiento y de la Edad Moderna hasta la actualidad usan pintura, sin embargo, a la gente le parece extraño que, de hecho, los antiguos griegos y romanos usaran pintura para sus esculturas. Debido a que la pintura se desvaneció, tendemos a pensar que las esculturas eran simplemente blancas y que el color es una invención más moderna, que el mundo antiguo debería haber sido en blanco y negro.

Claro que existía el equivalente a las fotos o pinturas modernas en blanco y negro en el estilo artístico de la cerámica de figuras negras y rojas. Pero, por ejemplo, cuando se hacía una gran estatua o toda una serie de esculturas para decorar un templo o algo, no se dejaba sin pintar. ¿Vives en una casa sin pintar? ¿Sólo cemento y ladrillos? Eso sí, los templos romanos medievales (y griegos hasta hoy) han sido ricos en colores.

El emperador Justiniano representado en San Vitale, Ravenna, Italia. Siglo VI d.C.

Por qué damos por hecho que en la época del primer emperador romano, Augusto, los edificios no tenían este aspecto:

Ara Pacis Augustae, Roma, Italia. (siglo I a.C.) Pero en realidad sus esculturas también estaban coloreadas como el edificio romano en la época medieval temprana:

En agosto de 2014 se proyectó una reconstrucción del color en el friso del Ara Pacis.

El color era caro en la antigüedad y aún más en la prehistoria, así que si se quería mostrar lujo en una escultura sobre algún héroe o un dios se usaba pintura. También se trataba de prestigio.

En resumen, más bonito (para sus ojos), más realista y más lujoso también.

viernes, 29 de julio de 2022

Camille y Auguste

 "Camille Claudel" (1988), es una película que siempre que la vuelvo a ver, es hasta la mitad. No necesito ver la mitad final, me deprime, me angustia, personalmente no me aporta nada.

Pero la primera mitad… no tiene desperdicio. Camille discute ante el gran maestro sobre sus conceptos y el diálogo entre los dos es un enriquecimiento mutuo, ya que cada uno aporta lo suyo, ella la sensibilidad y la espiritualidad, él la técnica y la fuerza. Junto a la pasión por la escultura, ambos hacen una suma de enseñanzas de la cual yo aprovecho para aprehenderlas, así sea pobremente, y me inclino mucho por la manera de Camille de ver las cosas. Rodin creaba su magnífica obra a costa del sufrimiento y la salud de sus modelos (una de ellas murió de neumonía por posar largas horas ante el escultor), Camille insistía en que no era necesario hacerlos sufrir para lograr la obra. Y a mi humilde juicio, tenía razón. Se puede trabajar en la escultura todo lo que se requiera, y el modelo sólo es necesario para ciertos momentos, no todo el tiempo. Aun si fuera mejor que esté posando todo el tiempo, deploro hacer obras con el sufrimiento ajeno. Supongo que eso es propio de las mujeres. Supongo que por eso el crecimiento puede ser más lento. Las cavilaciones que produce esta película son muy constructivas.

Hay otras películas de arte significativas para mí pero, ésta, me toca más de cerca.

Cultivar la paciencia

 La paciencia en los niños se puede enseñar de muchas maneras. Una muy buena es el arte. En las clases de escultura, la paciencia es la virtud más importante de adquirir, porque los materiales y las técnicas requieren sus tiempos y contra ellos no hay nada que hacerle.

Una alumna pequeña llamada A. se puso a hacer un dragón más grande que ella. Gordo, simpaticón, con un minicomponente en una mano y un vaso de cola —hecha con resina— en la otra, con una sombrilla insertada, además de llevar lentes de sol, un dragón muy moderno. Lo hizo en yeso directo, esto es, yeso cerámico preparado de a pocas cantidades, para tener tiempo de darle forma antes de que fragüe. Son incontables las cantidades de veces que hay que preparar ese yeso.

El día que A. trabajó en el rabo largo con fuego en la punta, lo apuntaló para que se endureciera bien, en la posición que ella quería, en alto. Como era invierno, el yeso tardaba en fraguar y A., criaturita, dijo literalmente que estaba "harta de esperar" y pateó el puntal de madera que hacía de soporte. Resultado, la cola del dragón se cayó y hubo que rehacerla, con el trabajo y el tiempo que lleva una reparación eficaz.

Todas estas experiencias de prueba y error van templando el carácter de los niños… y de los adultos, que aprenden a ser constantes, perseverantes y con temple firme. Te sorprenderías de ver que es así.

En cierta ocasión una madre me comentó que en una charla familiar en la cena, una pariente suya le había preguntado a su hijo L.:

—¿Qué es lo que más has aprendido en el Taller de Elizabeth?

A lo que el niño le respondió, sin pensarlo:

—A tener pacieeencia…

Hay también mucha literatura que puede enseñar bastante de esa virtud, tan necesaria en ciertos momentos de la vida. Yo me nutrí con la obra de Monteiro Lobato desde muy pequeña, y la lectura que tenemos desde niños nos queda aún más fijada que cuando la leemos de adultos. Era una fábula que decía así:

"Discutieron cierta vez la tortuga y el ciprés.

-¡Aguarda! –dijo éste, furioso-. ¡Ya te alcanzaré! ¡Ya verás que te haré una de las buenas!

Y quedó de sobreaviso, con los ojos fijos en el animalito que defendía su posición, encogiéndose de hombros.

Fue pasando el tiempo; la tortuga se olvidó del asunto. Un buen día pasó al alcance del ciprés, en el momento en el que se desataba una feroz tormenta. El enorme árbol se retorció de pronto, se quebró por el viento y cayó encima de la tortuga.

-¡Toma! Quiero ver ahora cómo te las arreglas. Estás atrapada y bien sabes que soy madera que dura cien años...

La tortuga no se dio por vencida. Se acurrucó dentro de su caparazón, cerró los ojos como para dormir y dijo, filosóficamente:

-Pues... como yo vivo más de cien años, esperaré a que te pudras.

Moraleja: La paciencia vence los mayores obstáculos."

Diseño personal.

"La" obra

 Decir, de entre mis propias obras, cuál es la "más grande", lo considero una petulancia, porque el artista siempre debe estar en la búsqueda de la obra, como condición sine qua non para no estancarse. Y también porque el tiempo nos dirá luego que esta obra está llena de defectos, conforme a la evolución de cada uno.

Pero si me preguntan cuál es mi obra favorita, por el cariño entrañable que le tengo, por las circunstancias en las que fue creada y por las anécdotas que la rodean, una de mis tres favoritas es ésta, "Yo soy el pan". Me han pedido que le ponga un precio y nunca accedí.

Me acompañará siempre, porque ella me recuerda lo emocionante que es trabajar con la arcilla, hacer un compromiso y recordarlo cada vez que la veo.

Las maderas más duras

 Según los resultados de un método llamado Janka, desarrollado por un dendrólogo austriaco, Gabriel Janka, la madera más dura del mundo es el quebracho colorado.

Tremendamente difícil de clavar, aserrar, tallar, lleva su nombre de una derivación de quiebra hacha. De un bello color rojizo oscuro, cuando se lija queda vidriosa como mármol. A la hora de quemarlo, un pequeño trozo de su pesada madera arde durante toda la noche en el fuego del hogar.

El quebracho colorado crece en nuestra zona tropical de Chaco y tiene alto contenido de taninos. Su durabilidad, resistente a la humedad y a las plagas, lo hacen un material muy valorado para postes, vallas, mesas, mesadas y partes de muebles de alta presencia.

Son muy contados los escultores en el mundo que se atreven a tallarlo. Nuestro gran escultor, Stephan Erzia (1876-1959), nacido y fallecido en Rusia, aunque vivió la mayor parte de su vida radicado en Argentina, creaba increíbles esculturas de respetable tamaño sin las máquinas de hoy, sólo con la persistencia de sus herramientas y su carácter.

miércoles, 27 de julio de 2022

¿Qué ha pasado con la buena música rock de siempre?

Por Gustavo Guardiola, compositor y bajista. Profesor de composición por más de 26 años. Fundador de Penguin Bop. Autor de libros: ¿Cómo componer un tema? Los fundamentos melódicos, armónicos y estructurales y su aplicación en la creación de temas en estilo clásico.

¿Qué pasó con el rock? Uy, pues que se nos vino una revolución tecnológica que fue benéfica para muchas cosas y letal para otras; el rock no aguantó el golpazo, y no sólo el rock; el jazz y en general toda forma de música que fuera consumida por el gusto de escucharla, está en una situación similar.

¿Por el gusto de escucharla? ¿Qué no sería ésa una característica común de toda la música? -Pues, mire usted, no. Hay mucha música que ni se compone ni se escucha por gusto. ¿Por ejemplo? Yo diría que mucha música académica. Si vive de becas y de financiamiento del estado, es porque no hay quien la compre. Y no necesariamente lo digo en términos despectivos, pero, admitámoslo: la música atonal, el post-post-post-estructuralismo, el post-minimalismo, y todos sus etcéteras, tienen públicos muy limitados. No es el gusto del público el que la mantiene económicamente.

Aunque hay que decir que la industria musical cometió algunos errores fatales antes de que entráramos en la era de internet. Uno de ellos fue que la industria musical se llenó de tecnócratas que no entendían un carajo de música y tampoco de negocios. Se suponía que era gente que tenía visión, que tenía instinto del mercado. En realidad eran puros charlatanes que conforme transcurrían los últimos años del siglo XX se pusieron a apostar por fórmulas trilladas, y dejaron de correr los riesgos normales que conlleva estar en el negocio de la creatividad y del arte. Se les olvidó que la música es un arte, y el artista requiere una cierta libertad y un mínimo de flexibilidad.

No es tan difícil entender qué es lo que pasó. Lo vemos todos los días con lo que pasa con el cine. Puros refritos o revivir personajes de historietas y hacerlos aparecer una y otra y otra vez. Al rock le pasó eso: Una aparente profesionalización de la administración de las disqueras que dejaron de entender al artista y privilegiaron formas de hacer música mucho más baratas y fáciles.

Te voy a poner un ejemplo que vi de cerca. Vamos a suponer que tú fueras un rockero en los años 90, que viviera en México y que hablara español como lengua materna. Vamos a suponer que estuvieras persiguiendo la idea de conseguir un contrato con algún gigantón de la industria, digamos con Sony Music. Bueno, Sony Music tenía una estigmatización muy clara y muy dura con sus artistas. Para el público blanco, estaba el Sony Music "WASP", el que grababa a los güeros, a los rockeros. Para los negros tenía su área negra, que grababa a los de rythm and blues o hip hop o rap, y para los latinos tenía a Sony Music Latino. La sede de la división latina estaba en Miami, y si tú querías grabar con ellos tenías que ir allá y presentarte como un músico "latino". ¿Y qué significaba eso? Significaba que ibas a tocar baladas tipo Luis Miguel, o ibas a tocar algún tipo de pop muy estándar y muy descafeinado, de chavos que bailan y que van al gimnasio y se meten a la cámara de bronceado; o bien, que ibas a tocar música "latina", es decir, algún tipo de música afroantillana: salsa, merengue y merequetengue, o bien, cumbia norteña o tex-mex. Si eres latino, tú no haces rock: tu haces música bailable: señorita, margaritas y chile con carne, coronitas, cinco de maio y Virgin Mother of Guadalupe, o cumbias norteñas que hablaran de narcotraficantes y de mover el cul0.

A esa gente no le cabía en la cabeza que alguien en algún lugar de Hispanoamérica hiciera algo que se saliera de los estereotipos más burdos. ¿A quién se le ocurrió tan brillante idea? A algún pinche yuppie. Estigmatizaron al público y a los músicos, los dividieron por razas y zonas, como si fuéramos no sólo perros, sino sus perros, y lo curioso es que funcionó por algún tiempo, pero no funcionó para todos ni para todo.

Para alguien que hace cumbia norteña, que le gusta hacer canciones de narcos y que se puede pagar un boleto a Miami, la cosa funcionó. Pero con tantito que te salieras del estereotipo, la cosa ya no funcionaba.

Sí existieron algunas divisiones dedicadas al rock en español, pero aún así, tenía que tener un sabor local muy notorio. Y tú dirás que eso afectaba en todo caso a los latinos y a los negros, pero, ¿y qué pasaba con los blancos? Bueno, también tenían que apegarse a sus estereotipos y a lo que dictara la moda. Una moda que esos yuppies tampoco entendían muy bien. Veían como moda lo que es una forma de creación artística por derecho propio.

Si un grupo de rockeros tenía éxito, se favorecía a los que se les parecieran y se descartaba a los que llegaran con una forma distinta de hacer música.

Si un rockero tenía éxito… había que buscar a otro que se le pareciera.


Pero las cosas no funcionan así en la música. No es con fórmulas como predices quién tendrá éxito y quién no.

Y luego, las disqueras entran en la bolsa de valores y se tienen que someter a la normativa de las grandes corporaciones. Y de repente tienes empresas que viven de la creatividad de sus músicos, alineándose a políticas que fueron pensadas para invertir en papel, acero y azúcar.

Entrar a la bolsa de valores exigía ajustarse al calendario, a presentar proyectos puntuales en tiempos puntuales y a cumplir metas que estaban fuera de las posibilidades de la industria musical.

Ahora la decisión de financiar a un músico pasaba por una serie de informes y lo que los inversionistas decidían en favor del bajo costo, el mínimo riesgo y el menor tiempo de recuperar la inversión. La forma de calendarizar un contrato discográfico en los 70 era por proyectos a un año. En ese tiempo el grupo componía, se metía al estudio, grababa, editaba, mezclaba y masterizaba. Era un buen tiempo para tener un disco terminado y promoverlo con una gira.

Pero para el nuevo formato, un año era demasiado. Los tiempos se redujeron a 3 meses. Los rockeros de la vieja escuela no podían comprometer con esos tiempos, porque el nivel de detalle de un disco de los 70 o de principios de los 80 era mucho. Cualquier disco de Queen o de Pink Floyd tiene cientos de detalles en cada canción. Era mucho lo que se hacía con cada una de ellas para hacerla una obra de arte. Campanitas por aquí y por allá, un tren, unas risas grabadas con una cassetera casera, programar teclados, y por supuesto la parte meramente musical de hacer la canción, ensayarla y tocarla. Todo eso se toma su tiempo.

Pero en tres meses, con presupuestos muy magros, para lo que alcanza es para meter unos loops y una fórmula que funcione. En el hip hop hasta la mezcla es siempre igual. Adiós a que el ingeniero se ponga a experimentar; adiós al productor metiendo al baterista en una alberca buscando la sonoridad exacta, como lo hacía Led Zeppelin. Adiós a los experimentos de Van Halen en la consola de grabación, doblando guitarras con distintos efectos para darle ese efecto tan potente y tan característico de su estilo.

El rock entró mal al nuevo siglo, y además entró bajo amenaza, con un público demasiado ávido de descargarse gratuitamente miles de horas que jamás iba a escuchar, pero demasiado avaro como para pagar por la música que decía que le gustaba escuchar.

¿Quiénes se pueden pagar el lujo de meterse a un buen estudio con un buen ingeniero y un buen productor? Sólo los que ya tenían éxito y mucho dinero. Pero ni siquiera músicos famosos, ni siquiera los verdaderos rock stars consiguen recuperar la inversión de la grabación por medio de la venta de discos. Hoy en día se vende muy poca música. En donde se recupera y se gana es en los conciertos. Pero los conciertos masivos son para unos pocos. Sí, si eres Metallica puedes llenar un estadio y llevarte un millón de dólares en una noche. Pero, ¿cuánta gente puede llenar un estadio? Eso no está al alcance de un músico que no haya tenido una enorme inversión publicitaria por muchos años.

El presupuesto para la promoción de un disco en los 90 iba de los 100,000 usd al millón de dólares. Cuando se ha tenido diez años de promoción, el público alcanza varios millones de personas en cada país. Se dice que Queen vendió más o menos 300 millones de discos alrededor del mundo a lo largo de toda su carrera. Por supuesto Queen tenía una calidad musical y un talento enorme. Pero aún con ese talento, llegar a vender esas millonadas de discos no se hace sin una gran inversión y campañas mediáticas gigantescas. ¿Cuántos artistas de primer nivel, hoy en día, se pueden gastar un presupuesto de 20,000 dólares para hacer un disco y promoverlo? Además, sin mucha posibilidad de recuperar la inversión, porque no van a vender discos; para ganar tienen que hacer conciertos masivos, es la única manera.

Un jazzista con un disco de platino gana por Spotify en un año más o menos unos 150 usd. Te alcanza para unos pantalones. Y un jazzista muy rara vez tiene un público masivo. En los mejores clubs de jazz en Nueva York no creo que quepan más de 150 personas. De hecho, en el Village Vanguard de Nueva York caben 123. ¿Cómo le haces para recuperar la inversión de un disco?

Un grupo como King Crimson, que ha tenido éxito a nivel mundial, que tiene una trayectoria de décadas, y que es en definitiva un gran, gran grupo, cuando vino a México tocó en el teatro Metropolitan, que tiene un aforo de 3,165 espectadores. No está mal, con un par de conciertos salen las cuentas, pero eso dista mucho de ser un gran negocio, considerando que es una banda legendaria, y que mover esa cantidad de equipo, personal, y todos los gastos que conlleva hacer un gran concierto, no es nada barato.

Entonces, pues mire usted, esto es lo que hay. No, no van a salir grandes producciones en un buen tiempo. La buena noticia es que va a seguir habiendo músicos, va a seguir habiendo grandes canciones. No van a tener la difusión que tenían antes, y probablemente ni siquiera te enteres de cuando haya por ahí un gran músico que haga algo excepcional, porque sus posibilidades de promoción serán muy limitadas. Tampoco serán grandes grabaciones de estudio como en otras épocas. Serán grabaciones semicaseras, o en estudios modestos, y no tendrán todos los detalles que había en los discos de los 70 y 80. Pero música, seguirá habiendo.

Y sí, de vez en cuando, a nivel local, habrá grupos que se vuelen la barda y que quizás lleguemos a conocer. Es posible que cuando la pandemia realmente se haya ido, o al menos cuando no cause ningún problema, todas esas ganas de salir a la calle y de oír música, toda esa presión contenida, esas frustraciones por las que todos hemos pasado, se terminen metabolizando en alguna forma de expresión musical que nos mueva el piso. Puede ser que suceda. Puede ser también que al público se le quite un poco lo frívolo y deje de estar mandando mensajitos en WhatsApp mientras el tipo del escenario deja el alma en una canción.

En esta década, tarde o temprano todos los grandes rockeros del siglo pasado irán abandonando el escenario. La gente que hizo la cultura musical del siglo XX irá cediendo el paso a los que vienen. Soltaremos una lagrimita nostálgica y tendremos que dejar ir a ese siglo XX que tantas emociones nos ha dado. Mucha de esa música seguirá con nosotros. Recuperaremos cosas que no sabíamos que nos gustaban de aquellos años, pero tarde o temprano, veremos lo que tienen qué decir quienes no habían nacido cuando murió Freddie Mercury. Démosle tiempo al tiempo y no los jodamos con frivolidades ni tacañería. Si hay un disco que te gusta, cómpralo.

 

martes, 26 de julio de 2022

La labor docente

 Muchas veces nos hemos encontrado, siendo docentes ante una clase, con alumnos a quienes les cuesta asimilar un concepto. ¿Qué se hace, entonces? Hay que buscar el modo. Agotar todos los modos, y si aún así no resulta, resignarse a que hay personas muy normales que no tienen ningún tipo de afinidad con el tema que se les está explicando. Ninguna.

Tuve un alumno, un señor, que concurría puntualmente a todas mis clases de dibujo, no faltaba jamás. En cierta oportunidad me tocó explicar los escorzos, la técnica para dibujarlos correctamente. ¿Qué es un escorzo? Es la torsión de una estructura. Comúnmente suele tenerse como la perspectiva con la que se planta una figura cualquiera en relación al ojo del espectador, pero el que yo estaba explicando era la torsión, el escorzo, que perspectiva no es lo mismo que escorzo, aunque la perspectiva puede incluir al escorzo. Tanto una como la otra distorsionan la figura que estamos viendo. Veamos un ejemplo dibujado por Rafael Robles:

Esto es una perspectiva sin escorzo

Y esto es un escorzo, en donde vemos los distintos planos enfrentados, la estructura de la figura en distintas direcciones, que incluye la perspectiva.

En escultura, este es uno de los más famosos escorzos que existen, es un clásico, observen el torso rotado sobre la cadera, los planos se enfrentan a distintas direcciones.

Para ver algo más complicado en su composición, nada como el "Rapto de las Sabinas" de Giambologna, una verdadera rosca humana.

Este señor, muy aplicado y apasionado por las clases, no lograba entender la técnica para plantar un escorzo. Miraba atentamente el pizarrón y llegaba a sentirse afligido porque me decía "no entiendo", hacía preguntas y no daba pie con bola.

Hasta que se me ocurrió dibujar un papel, una hoja de papel, la hice primero enfrentada, sin perspectiva alguna, de modo lineal. Luego la dibujé como una hélice, torciéndola. Y para ejemplificarla tomé una hoja real y le hice lo mismo. Se le iluminó la cara y gritó "¡Ya entendí!", con una sonrisa de alivio.

A veces es un bloqueo temporal. Otras veces es, lisa y llanamente, incapacidad de entender, porque tuve otra persona entre los alumnos que no había manera de hacerle trabajar esa técnica, decía "si si si" pero no lograba esbozarla correctamente en el papel y vaya que puse mi esfuerzo con montones de ejemplos durante mucho tiempo. Es que todo no es para todos, es lógico, es normal.

De lo que sí estoy segura es de que hay que agotar el modo, buscar una manera lateral de decir las cosas, vaya que nos agudiza el ingenio. Y si no lo logramos, al menos pusimos todo de nosotros para que la explicación se entendiera.

lunes, 25 de julio de 2022

Niños valientes de la historia

 La historia del mundo nos cuenta de muchos niños valientes que merecen ser recordados. Me limitaré a hablar de uno que casi nadie que no sea argentino conoce, y es la historia de Pedrito Ríos.

En épocas de las luchas en contra de las invasiones y conflictos armados en Sudamérica, en mi país cada zona libraba su batalla, y en el caso de esta historia, bajo las órdenes del General Manuel Belgrano. Pedrito, que había nacido en la actual Concepción —antes llamada Yaguareté Corá—, en la provincia de Corrientes, tenía doce años cuando, después de mucho insistir y ser rechazado, aún con el permiso de su padre, logró que Belgrano accediese a sumarlo a su tropa libertadora en su expedición al Paraguay, con la condición de que sólo se hiciera cargo de las funciones de la retaguardia, fortificando las carretas del parque de armas y atendiendo el hospital de campaña.

El 19 de enero de 1811, ya se cumplieron 211 años, Pedrito tuvo su bautismo de fuego en la batalla de Paraguarí, y al ver que el tamboril tuvo que abandonar el instrumento para sumarse a la lucha, y tras observar que el Coronel Celestino Vidal, que padecía de importante ceguera —esos hombres que aún así salían a la batalla…— , se había quedado sin la guía del sonido, y sin decir agua va, el niño tomó el tambor y corrió a la vanguardia junto al Coronel, para indicarle con el ritmo de los golpes de las baquetas sobre el parche, por dónde ir la batalla. La tropa volvió a escuchar el estímulo del instrumento producido por un niño al que no le importaba el peligro.

En la batalla de Tacuarí, el 9 de marzo de 1811, el muchachito seguía siendo el lazarillo tamborilero del ahora Mayor Vidal, guiándolo en las contiendas. Esta vez no tuvo suerte y dos disparos le alcanzaron en el pecho, haciendo que Celestino Vidal dejara la lucha para asistirlo sin éxito, ya que el niño murió en sus brazos. El Mayor dejó escrito el dolor que le causó esa pérdida de un ser muy querido, que en esa batalla le salvó la vida al detenerse para asistirlo, evitando que cayera en la contienda como todos los demás soldados de su ala.

Existen esculturas y pinturas en donde se representa al Tamborcito de Tacuarí, como fue bautizado en la historia, con uniforme de húsares o un traje de levita antiguo y actitud agresiva en batalla. Eso es inexacto, las tropas apenas tenían uniformes y el niño valiente sólo usaba harapos de unas prendas civiles, las únicas que tenía.

En las memorias del General Belgrano quedó el recuerdo más caro del Tamborcito, junto al otro recuerdo de las valientes Mujeres de Ayohúma, que hicieron que su ejemplo no fuese en vano, como manifestación de un pueblo civil que se ofrenda por la libertad.

"Pedrito Ríos", escultura miniatura de Elizabeth Eichhorn.