martes, 31 de mayo de 2022

Cómo superar el bloqueo artístico

 La mejor manera de superar el bloqueo artístico es con la acción. Haciendo propio el concepto de que un camino de kilómetros se comienza con el primer paso, en el arte, en mi taller al menos, es lo mismo.

Tengo, como todo el mundo, días de mucho entusiasmo y días de abulia. Es normal, no es malo, el artista plástico no es una máquina de inspirarse con temporizador. Es necesario de vez en cuando un parate para juntar nuevas fuerzas, el tema es no excederse porque cuando pasan demasiados días, la falta de acción creativa empieza a pasar factura al sistema nervioso. Así que, a levantarse y enfilar para el taller.

Pongo música que me gusta, seleccionada por mí en un pendrive. Aromas agradables, suele ser un trocito de palo santo encendido. Buena luz cálida y abundante, mucha luz. La temperatura adecuada, en salamandra encendida o el sol de la tarde que entra por las vidrieras, o el fresco en el verano encendiendo los aparatos. Con todo esto voy minimizando las excusas para fugarme.

La motivación mayor es el orden: si no tengo orden visual no puedo tener orden mental. Cada herramienta en su sitio, la mesa despejada, el piso barrido, a rajatabla. Nada fuera de su lugar.


Ahí no me queda más remedio que empezar a manipular los materiales, al principio con cierta incertidumbre de qué haré con ello y luego, el contacto con esas texturas y todo el entorno que me acompaña, hace inevitable entrar en clima.

Lo más seguro es que lo primero que haga terminará descartándose y deshaciéndose, tal vez lo segundo también, porque como "la inspiración llega cuando nos pilla trabajando" —Picasso dixit—, después de los primeros torpes y desganados escarceos viene la idea que vale y todo empieza a tomar forma.

No conozco otra fórmula mágica que ésa para combatir el bloqueo, la de dar el primer paso, con una mise en scene adecuada para provocar un ambiente creativo.

Detalle del Taller y de la escultura "La Cumbre", de Elizabeth Eichhorn



Maravillas de una de las Maravillas

 Una de las Maravillas del Mundo Antiguo, y la única que existe hoy, es la Pirámide de Keops, en Egipto. La altura actual, la que tiene ahora es de casi 139 metros. La altura que tuvo originalmente era de casi 147 metros.

Números más, números menos, uno no aprecia lo suficiente la magnitud de los mismos si no se hace un cuadro comparativo.

Cuando era niña, en los libros que abundaban en mi casa me quedó grabado al ver, en efecto, una comparación que me hizo decir "Guauuu".

Y era una imagen de la Gran Pirámide con la enorme, fabulosa Basílica de San Pedro adentro. Las medidas son, centímetros más, centímetros menos, a saber:

San Pedro:
Longitud: 218 m
Ancho: 115 m
Altura (incluyendo cúpula): 136 m

Pirámide de Keops:
Longitud: 230 m
Ancho: 230 m
Altura: 146 m

Incluso con la altura actual, la Pirámide sigue siendo más alta.

Y en ese dichoso libro hay una imagen que fue la que realmente me hizo exclamar de admiración, dejando grabada en mi cerebro de niña la impresión. Hago una copia personal para explicarme, y muestro luego la imagen del libro:

¿Qué tal?





La fotografía también es arte

 Se dice muy bien que el verdadero arte fotográfico se encuentra entre los diez centímetros que separan la cámara del fotógrafo. Se puede tener una cámara sencilla o un celular, y el ojo del que ve y encuadra un motivo puede lograr algo magnífico según su visión y el modo en que use la herramienta que tiene en la mano.

Por supuesto, un fotógrafo que tiene conocimiento de velocidad de obturación, apertura del diafragma, filtro, objetivos, enfoque, ISO y además tiene una reflex con la cual puede trabajar en modo manual a su capricho, es dueño del infinito creador.

Todo nace en su ojo y su talento, lo demás son sólo herramientas que de nada sirven si no son sabiamente usadas.

Vita Vera en plena tarea.











Lo que todo artista debe leer

 Para todo artista que busca material de lectura, mi recomendación es el apasionante libro de Vasili Kandinsky, De lo espiritual en el arte, una hermosa obra literaria de este artista creador de la abstracción lírica, aparecido allá lejos, por 1911. Kandinsky había estudiado Derecho y Ciencias Económicas, se le ofreció en su momento un puesto como profesor universitario de esas cátedras y las rechazó para apostar por el arte, que era su verdadera pasión. No hay que olvidar que además de pintor era también un buen pianista y un violonchelista. Por eso yo no te pregunté a qué arte te referías, sino que te respondo con un texto para que leas, que sirve para todo el arte, porque Kandinsky no escribió para el pintor, para el músico, escribió para el artista. De ahí que esta obra tenga validez universal, su contenido es transversal y se dirige a todas las personas con imaginación creativa, con un lenguaje sencillo, al alcance de todos.

Cabe aclarar lo siguiente: pese a su título, esta obra no tiene nada que ver con religiones ni dogmas ni nada de esas cosas. Kandinsky se refiere al arte con base en conceptos tomados de la filosofía, la literatura o la música, haciendo paralelismos también con la pintura, con las demás disciplinas, para mostrarnos que todo está relacionado, que el ser humano creador recurre a las mismas fuentes, independientemente de su arte.

Las personas creadoras, según Kandinsky, se conectan tácitamente todas, no solo con su propia pasión interior y la intuición, sino con la influencia de su medio ambiente cultural y social, tanto circundante como mundial. Él habla de espiritualismo en su forma personal, en donde incluye una suma de psicología de arquetipos, de pensamientos filosóficos en donde se ubica de modo atemporal con respecto al cuerpo y a la mente, común en todos los individuos, situando el centro de su pensamiento en el “principio de la necesidad interior”, como afirmaba, de las dificultades de su oficio de artista, la necesidad de crear un esquema teórico con el deseo de apoyarse en él para traerse claridad mental y física en el tema artístico, en un contacto “adecuado” del artista con su alma —o lo que sea que llames así—, de manera universal, atemporal y unificadora. Para ello incluye las sensaciones personales, la influencia de lo vivido y de lo inculcado, la experiencia, los deseos, las frustraciones, los problemas, la diversidad, lo físico, las emociones, lo meditado, la necesidad de expresar.

Todo esto, sí, aplicado al arte y explica cómo y por qué es universal. Con toda seguridad, cada página necesitará un par de lecturas antes de pasar a la siguiente, para ir aprehendiendo su riqueza interior y luego, quizá, saber un poco más sobre lo que nosotros pretendemos en el arte, porque todas las artes se conectan en su base de la misma manera: las reglas universales compositivas y la capacidad de su creador para conectarse con todas las demás artes y con el espectador, según su forma de entender y vivir la vida.

Los postulados del Arte

 Cuando visitamos una exposición, un Museo, una arquitectura, un sitio con una obra de arte, muchas son las reacciones que un ser humano puede tener ante esta situación. Nos conmovemos para bien o para mal, nos admiramos o nos volvemos indiferentes, nos gusta o no, nos “llega” o no, la apreciamos o no.

¿Por qué sucede esto? Ante todo, es sabido que no hay un ser humano igual al otro. Y, también, por esa definición, no hay un artista creador igual al otro. Cada uno posee esa impronta que deja en su creación personal, distinguiéndola de las demás. Lo mismo sucede con el espectador, que se inclina más hacia una visión que hacia la otra. El campo de las reacciones es infinito.

Ante todo esto, muchos son los debates que se realizan buscando delimitar la línea delgada y flexible del arte. ¿Cuándo deja de ser una simple expresión plástica para ser verdaderamente Arte, el que trasciende, el que sacude, el que nos llevamos en el recuerdo en nuestras retinas, el que nos “deja algo”?

¿Cuándo la elaboración de una expresión plástica se convierte en artesanía sin lograr más que acercarse, unas más y otras menos a los cánones del Arte? ¿En qué momento se puede galardonar, como triunfadora en la meta, para ser llamada Arte?

Lo artístico es TODA manifestación plástica, eso está claro. ¿Pero, aún así, cuándo es Arte, con mayúsculas? Es verdad, todo esto es muy subjetivo pero, hay un postulado, como en las matemáticas, que rige en las expresiones plásticas ayudando a definir de qué lado de la barrera se encuentra.

El Arte es una expresión humana que combina, invariablemente, un conjunto armónico, una carga emocional y una conexión espiritual. No importa cuál de los tres se pretenda omitir, uno solo que falte y ya deja de ser Arte.

Sin armonía, la obra no muestra conocimiento. Sin ella, no se puede crear, en el verdadero concepto de creación: hacer algo que no existe. Para llegar a esa armonía hay que estudiar y conocer los principios básicos que hacen a esa armonía. Composición, equilibrios, plasticidad de líneas, uso de técnicas adecuadas a lo que se quiere expresar, conocimientos de estructuras, combinaciones de efectos… Conocer las fuentes para así usarlas de base para saltar como en un trampolín al infinito.

Sin emoción, no hay comunicación. Sin ella, tampoco se puede crear. Y la obra que no comunica es sólo algo que puede llegar a ser muy bonito para colgar en nuestras paredes u ocupar un sitio tridimensional. No comunico, no digo nada. No importa si es bueno o malo lo que comunico: la comunicación existe y es válida de cualquier forma. No importa si la obra es “bonita” o no, el objetivo es conmover y permitir que el espectador termine de “construir” la obra con su propia interpretación sobre ella. Es que el Arte es emoción, y cuando no conmueve es porque, en algún punto entre la obra y los ojos del espectador ese objetivo se perdió.

Sin espíritu, no tiene trascendencia. Sin ella, la creación queda vacía. Bien decía Piet Mondrian, “el artista es un canal”. Si se tiene una conexión con “alguien” o “algo” más, puede que la obra irradie una cierta y aparentemente inexplicable vibración que nos muestra que, por alguna razón, el espectador deja pasar la obra perfecta y fría para quedarse con otra un poco más imperfecta, pero que le transmite una sensación curiosa que le atrae como un imán.

Podrán los eruditos de la Tierra objetar, modificar o agregar algo a todo esto, pero en el trasfondo no podrán evitar que el paso del tiempo nos muestre esta simple conjunción como el postulado del Arte que es.

El resultado de todo esto, sumado a la búsqueda de la expresión, del propio interior y de la lucha en contra de la adversidad, cada uno a su manera, es el privilegio que el Arte le regala al artista, llevándole a perseguir otro arte más difícil: la defensa del derecho a ser.

Elizabeth Eichhorn

Detalle de "Taranto", obra de Elizabeth Eichhorn

¿Qué arte es mayor que la poesía?

 En realidad, nada. La poesía es la mayor de las artes. De todas.

La poesía está considerada, dentro del arte, como la primera, la más sublime, la más elevada de todas las artes.


La poesía permite desnudar los sentimientos de quien escribe y permite, también, la interpretación libre de quien la lee. Así como la sentís vos, yo la siento distinto, y mi vecino, distinto a nosotros dos.


Todo el arte en todas sus disciplinas es igual en la interpretación subjetiva, la diferencia está en que las palabras, creación humana, son infinitas en forma y combinación, como infinita es la variación de la mente de cada persona de la extensa humanidad.


La poesía tiene cuerpo, como la escultura, tiene ritmos, como el dibujo, tiene colores, como la pintura, tiene sabores, como el arte culinario, tiene sentimientos, como el teatro, tiene cadencia, como la música, tiene agilidad, como la danza, tiene tacto, como los bordados, tiene imágenes, como la fotografía, tiene narraciones, como los comics, tiene datos, historias, detalles, precisiones, palabras específicas, como la ciencia. ¿Sigo?


Además, la poesía está en todas partes, las partes hechas por manos humanas y las de la naturaleza. En todos lados la ves cuando quieres, cuando haces un alto y buscas en tantos millones de detalles cotidianos de nunca acabar.


Así que, respondiendo a tu pregunta, sobre la poesía no hay nada más. Debajo, todo.



sábado, 28 de mayo de 2022

¿Crear en el arte nos hace felices?

 Por supuesto, estás creando serotonina, la hormona llamada de la felicidad.

Este efecto es producto de estar haciendo, primero, algo que te gusta. Segundo, algo que te da mucha satisfacción. Y, por último, algo que dejas para la posteridad, si cabe, un testimonio que te hace un poquito menos efímero. Así sea para tus hijos y nietos o para la humanidad, estás haciendo que tu paso por el mundo no sea estéril, porque dejas algo concreto de tu existencia. El arte hace eso.

Te permite expresarte sin limitaciones, cosa que en una conversación no se puede hacer siempre.

Te da cierto "poder" de manejar los colores y las líneas o las pastas como más te guste y, si aprendes las bases, tienes un campo infinito para explayarte.

Te permite, además, con el tiempo, ir viendo lo que has hecho hace unos meses o unos años y analizar cuánto has avanzado, ya que encuentras errores que en su momento no viste y ahora sí ves: esa es tu evolución, algo muy grato para cada uno de nosotros saberlo, eso te dará más alegría, viendo agradecido cada obra como un escalón que te ha hecho subir hasta el sitio en el que estás hoy.

Dibujar, pintar, hacer escultura, es como tener un hijo cada vez que terminamos una obra, y no tienes que cambiarle pañales, ni preocuparte por su derrotero. La has hecho y ya está. A otra obra.

Y lo mejor es que cuando dibujas, pintas, modelas, la mente se convierte en una vertiginosa máquina de crear otros temas y formas, y no ves la hora de terminar lo que estás haciendo, para empezar la que se te acaba de ocurrir. Como decía Picasso, "la inspiración te encuentra sólo cuando estás trabajando".

Seguramente te desvelará cuando, estimulado, de despiertes sobresaltado a la noche porque una nueva idea se te ha ocurrido y no ves la hora de que llegue el día para ir a darle forma. Bah, sí, levántate y haz el boceto, así no se te escapa, que ya hay tiempo de seguir durmiendo.

Dibujar, pintar, hacer arte, te da una libertad que casi ninguna otra cosa te dará con tanta intensidad.

Elizabeth Eichhorn trabajando en "El Menhir".


viernes, 27 de mayo de 2022

Graffiti: ¿arte o vandalismo?

 En realidad, el verdadero graffiti es arte.

Desde el concepto más básico, un graffiti es una inscripción o dibujo que se realiza en un lugar público, por lo general sin autorización, se trata de un hecho de vandalismo, ya que se pintan en espacios de público acceso o incluso en la propiedad privada ajena. Pueden aparecer graffitis en la puerta de una institución, en el vagón de un tren o en la pared de una casa, por citar algunas superficies. En estos casos, el graffiti supone un daño, aunque muchas veces los dueños de las propiedades ceden su pared, según lo que les van a pintar. Los grafitis pueden ser pintados también en esculturas, columnas, basamentos…

Ahora bien, si los pintores de graffitis oyen que les decimos así a cosas como estas


te dirán que es un tag, un graffiti muy primitivo, es decir, una firma, un garabato en donde se lee algo, tanto en forma lineal como en sus variaciones con bordes, colores. Puede ser un mensaje de odio, de protesta, de fanatismo deportivo, de broma, un poema, una marca territorial. Todos, por supuesto, tienen algo que decir. Y, mayormente, es más que nada vandalismo, es una expresión agresiva, no tiene otra función que incomodar, especialmente para los dueños de la pared y el vecindario, agravado por el hecho de que es rechazado por la gente que lo ve, y muchas de estas inscripciones las entienden sólo algunos. Quieren aportar algo, y sólo lo hacen para su propio círculo.


Están los típicos blocks letters, esto es, letras grandes y emblocadas, sólidas y con sensación de relieve o de contornos y rellenos muy definidos. Son sencillos, legibles y enormes. Una variación más imponente del tag.


Cuando se trata de un graffiti orgánico, estas letras incluyen mucho color y agregados naturales, estilizaciones cercanas al surrealismo. Hay infinitas variaciones y ya no puedes evitar detenerte a mirar.


Luego vienen los que representan a personas determinadas, los que tienen efecto 3D, los que son abstractos, los que son íconos representativos de una idea, entrando ya a lo que no podremos fácilmente olvidar: el arte urbano.


Para los creadores de graffitis-arte, ellos se consideran parte de un grupo de graffiteros de elite, creadores y únicos. Tienen algo que decir como los anteriores, pero elaboran un estilo, una creación y un conjunto que no tiene nada que envidiar a las pinturas de los salones y museos y, muchísimos de estos graffitis los superan.

Muestro algunos de mi ciudad, ya que no puedo -ni quiero- perder la oportunidad de fotografiarlos cada vez que veo uno.









De lo que deducimos que, en efecto, siempre el graffiti es una manifestación de vandalismo, de rebeldía y de choque. Y cuando es una obra que tiene todos los elementos para ser admirada, nos detiene en nuestro caminar diario y nos deja pensando un rato en lo que quiere expresar, que es justamente lo que busca conseguir.

¿Cuándo está terminada mi obra?

Una obra prácticamente no se termina nunca. Te sorprenderías saber que cuando van pasando los años —y a veces sólo meses— de "terminar" una obra, al volverla a ver ya te estás diciendo para tus adentros que, de hacerla de nuevo, corregirías tal o cual detalle o, en todo caso, la desmarcarías para retocarla o, en caso de una escultura, le cortarías un brazo para ponérselo de otra manera. En realidad, esas dos cosas las hice más de una vez.

Cuando la estás creando, llegas a un punto en el que tenés miedo de meter la pata si le hacés algo más. Ahí la das por terminada.

Hay una técnica que uso siempre y que me da buenos resultados: nunca doy por finalizada una obra cuando digo "ya está". Si es una escultura, la doy por terminada pero la tapo con sus plásticos para que no se seque y espero un par de días. Si es un cuadro, un dibujo, una acuarela, cierro la puerta de mi taller de dibujo y no la miro más hasta el otro día.

No falla. Ni bien abro la puerta y me enfrento al dibujo en su caballete, mi mente me dice "ah, ya sé qué necesita". Le doy el toquecito que faltaba y listo, ya está de verdad.

Eso se llama madurar la obra. Nunca te apures, que el tiempo te refresca la mirada y te hace mejor juez.

"Niña de Monterrey", acuarela, Elizabeth Eichhorn, colección privada en México.


Paredes garabateadas


Tuve la suerte de que mis hijos jamás ensuciaron mayormente las paredes de la casa. Los dos tienen tienen padres artistas, dibujantes ambos. Ellos son ahora dibujantes profesionales también.

Supongo que como siempre tuvieron papel al alcance de su mano, no necesitaban pintar paredes. Usaban cuanto papel les caía, yo juntaba de aquellos que habían sido utilizados de un lado, o comprábamos cuadernos baratos, o utilizábamos rollos de papel de almacén, al que le íbamos cortando porciones. Realmente, no fue mi caso sufrir por paredes.

De todos modos, es una interesante idea dejarles una pared de su cuarto o del patio para pintar. O pizarrones. O rollos de papel que se dosifica. Siempre hay un modo.

Sólo tener en cuenta una cosa: que la creatividad no se anule. "Qué bonito esto que dibujaste, la próxima vez no lo hagas en esta pared, mira, usa esta otra todo lo que quieras y ninguna otra".

Que un poco de pared escrita se puede tapar con pintura, pero un grito, un reproche, un castigo aniquilan dos virtudes indispensables para su futuro desarrollo y son muy difíciles de recuperar: la creatividad y la seguridad para llevarla a cabo.

Vale más un poco de pintura a cada tanto para tapar garabatos que un enojo para tapar una expresión infantil para siempre.

Horas interminables con cualquier papel.



Piel de mármol

 El mármol de Carrara escultórico, que es el usado para estas obras, es el más "mantecoso" de los tipos de mármol, en cuanto a dureza se refiere, además de ser de un grano muy puro. Por supuesto, sigue siendo piedra, pero se puede ir desgastando mejor que los mármoles comunes de, por ejemplo, las mesadas y escalones. Por eso las obras realizadas en este tipo de mármol se resguardan bajo techo, ya que la intemperie, después de bastante tiempo, lo desgasta.

El creador de la obra hace un original modelado en arcilla, condición sine qua non para esculpir en piedra o mármol, la obra ya debe estar resuelta. Ese original sirve de referencia para ir tomando las medidas con el "violín" (seguramente en otros países se llama diferente), una herramienta que mide todos los puntos salientes y profundos del original y los calca, en su sitio exacto, en el material a tallar. Se utilizan también los compases curvos.


Primero se "limpia" el mármol quitándole los grandes bloques defectuosos y los sobrantes, hasta quedar el núcleo escultórico. Por eso, los escultores y pasadores saben "ver", como decía Miguel Ángel, "la obra dentro de la piedra, sólo quitan lo que sobra". Este trabajo en apariencia burdo, guiado por los escultores, era realizado mayormente por discípulos, entregándole luego la piedra lo más desbastada posible, al escultor. El único que nunca aceptó discípulos fue, otra vez lo nombramos, Miguel Ángel, tal vez por eso dejó menos obras que sus colegas contemporáneos.

Luego hay que armarse de la herramienta más poderosa para este trabajo: la paciencia, mucha de ella, infinita cantidad de ella, antiguamente llevaban años (el "David" tardó 4 años en hacerse, la "Piedad" de la Catedral de San Pedro otro tanto, para dar ejemplos). Y para que la paciencia trabaje cómoda, se usan puntas, cinceles y gradinas que van "peinando" la piedra en distintos sentidos, como quien ara la superficie, despacito. La maza siempre es de madera, para que el golpe sea "blando", no agresivo.

Se van desbastando lentamente los volúmenes y cuidando los puntos de resistencia. Por ejemplo, si tallas un dedo aéreo, vas tallando desde la punta hasta la base del dedo, dejando un pequeño punto de apoyo en la yema, apoyo que, una vez terminado ese dedo, lo desgastas hasta hacerlo desaparecer. Paciencia, infinita.


Un dato importante. La mayoría de los escultores hacía el modelo original, y el trabajo del mármol lo hacía (y lo hace) el pasador, que vive de eso como oficio y sabe más que nadie de los caprichos de la piedra. Midiendo hasta lo más mínimo, se dedica a copiar, cuanto mejor es el pasador, más fiel es la copia de la obra. Muy pocos escultores hacen esa tarea, Lola Mora tenía sus pasadores en Milán, a Auguste Rodin le pasaba las obras al mármol Camille Claudel. Muchas veces puede el escultor dar los últimos toques, pero mayormente es trabajo de especialistas, lo que no quita mérito al escultor, porque la obra sigue siendo de su creación.

Hoy en día es un poco más rápido de hacer, ya que hay máquinas, tripas, piedras de lijar. No obstante, sigue siendo un trabajo exquisito, de mucho cuidado y paciencia.

Aunque en el proceso moderno, las máquinas hacen la diferencia con la antigüedad, lo demás sigue siendo igual: conocimiento, oficio y paciencia, siempre.

Detalle de "Los primeros funerales", del escultor Louis-Ernest Barrias, obra realizada en 1878.
Museo Nacional de Bellas Artes, Buenos Aires.