No es nuevo, no es insólito y, tristemente, es común. Los monumentos de la ciudad de Mar del Plata no sólo sufren el maltrato de los ignorantes y los emocionalmente torpes, sino también la traición en el abandono y el desdén de los que, supuestamente, están a cargo.
Aún en vida de su autor, el maestro Hidelberg Ferrino, los reclamos ya existían. Él mismo escríbía a los diarios solicitando su iluminación y su cuidado, tanto del de la Plaza España como el Monumento a la Fraternidad, en la rotonda de Champagnat y Colón, que (¡aún!) hoy, luego de 34 años, sigue sin luz a la noche. He aquí los detalles de su simbolismo y de su lamentable olvido por los funcionarios de cada turno: http://arteparalosamigos.blogspot.com.ar/2010/09/monumento-la-fraternidad-la-sintesis.html
Pero, éste que nos ocupa hoy, el Monumento a Cervantes, es una preciosa joya que se le regaló a la ciudad cuando ésta cumplió 100 años, en 1974, y menos mal que fue un regalo importante en un acontecimiento super importante, y de manos de gente ilustre de la ciudad... No vamos a detenernos en su historia y en su increíble y delicada belleza, ya que de estos temas se hablan aquí, la misma nota que fue publicada en el Diario La Capital y en revistas varias: http://arteparalosamigos.blogspot.com.ar/2009/11/aclaraciones-historicas.html
Este monumento atesora, en su historia, un rosario interminable de sucesos penosos. Robos reiterados de lanza, espada, pintadas de todo tipo, destrucción de los baldosones hechos especialmente en tamaño y color para esta obra, destrozos en los escalones y la rampa por los practicantes de skate, peligroso debilitamiento de anclajes por "graciosos" adultos que se suben y saltan encima, y hasta un intento de robo bien organizado, con sierra eléctrica y camión a la espera inclusive, afortunadamente sin éxito, pero que igual se cobró una pata de bronce del borrico de Sancho.
Muchas historias tristes tiene en su haber. Y muy pocos consuelos de restauración. O restauraciones "provisorias" que ya llevan años. O restauraciones mutiladoras que taparon con tierra los simbólicos escalones, achicaron la leyenda significativa en el frente, reemplazaron con rampas de cemento grotesco (¡qué suerte aumentada, la de los patinadores!) varias de las curvaturas de césped, así no hay que cuidarlo y podarlo.
Pregunto yo: ¿qué tremendo quiebre, desbarajuste, hará en el presupuesto municipal contratar a un cuidador o dos? ¿Esos señores, los "placeros" de nuestra infancia, que con un silbato nos congelaban en el aire ante el amago de pisar el césped, siquiera? Hoy llevarían teléfonos celulares junto a sus silbatos y así se recurriría a la ayuda que se necesite en el mal momento. La Plaza San Martín tiene cuidadores, la única, y es porque está frente a la Municipalidad. La fuente de Alberdi también lo tiene, pero lo pagan las generosas manos privadas de los Hoteles que tiene enfrente. Y la Plaza España, de lejos y sin duda alguna la más bella de la ciudad, está a la buena de Dios, y que pase lo que pase, no le importa a nadie, nadie la cuida, nadie la ama, nadie la repara.
¿Qué tremendo desbalance puede hacer al presupuesto municipal mandar a reponer la ranilla de bronce robada, de 30 centímetros, del burro que monta Sancho, que desde hace años es "provisoriamente" de... resina? Y hecha gratis por un escultor de buena voluntad, eh, que ni siquiera a él se le pagó.
Qué importante es que se refuerce el anclaje de la noble figura de Rocinante con su distinguido jinete, ya que se bambolea peligrosamente, aflojado por tanta gente adulta y pesada que se divierte subiéndose a ella...
Cabe aclarar que estos reclamos y sugerencias los hemos hecho en persona, en reuniones armadas para eso, pero, qué raro, cayeron en oídos indiferentes. Ya estamos tan cansados de lo mismo... Hay un total desamor por lo nuestro, tanto de gobiernos como de gobernados.
Habiendo tenido la suerte de viajar bastante, he tenido que decirle, a mi querida amiga ecuatoriana, Julieta, que padecía de honesta envidia ante la abundancia increíble de monumentos de bronce en Guayaquil. ¡Uno en cada cuadra! ¡O a cada dos cuadras! ¡Por todas partes! ¡Intocables! Yo misma me estremecí de admiración profunda al acariciar los rostros de la maravillosa "Fragua de Vulcano", impecables, ahí nomás, a la altura de mi mano... O en España, en la pequeña ciudad de Móstoles, ver una escultura porque sí, el "Lector de biblioteca", en medio de la vereda, sin que nadie lo saque de su concentración sobre el libro también de bronce. O en Barcelona, en pleno centro, una bailarina de bronce posada sobre un ínfimo punto que nadie intenta quebrar... Y las demás ciudades, todas, que nos dejan boquiabiertos con su impronta de amor por el arte... Arte que no se roba, no se lastima, no se ensucia, no se ultraja, arte que nos ensimismaba hace veinte años y que nos volverá a ensimismar mañana, cuando lo volvamos a ver...
Guayaquil, Quito, Móstoles, Madrid, Venezia, Roma, Barcelona, Atenas... ¿Quieren este monumento a Cervantes? Hablen con los que "están a cargo", en Mar del Plata, pasen por las vías legales correspondientes. Levántenlo con la delicadeza que su poesía inspira y envuélvanlo como a una fina porcelana entre colchones. Y por favor, llévénselo a sus ciudades. ¡Llévenselo! Mar del Plata no se lo merece.
http://es.wikipedia.org/wiki/Monumento_a_Cervantes_de_Mar_del_Plata
Magnífico...