Hace un tiempo me preguntaron: ¿Qué se siente al ver una persona desnuda? Y así fue mi respuesta:
Pues, como mujer, aunque parezca contradictorio, no siento absolutamente nada que no sea la atención para escudriñar los planos y las líneas que yo pueda rescatar para hacer mi obra. Nada más. Y eso es un fenómeno que nos sucede a todas las mujeres artistas plásticas desde nuestra más tierna adolescencia.
"Plenitud", boceto en lápiz, Elizabeth Eichhorn.
Acostumbrada desde adolescente a ver los cuerpos desnudos como modelos de referencia o de inspiración para alguna obra, para mí un desnudo, ya sea masculino como femenino es sólo un elemento más, una herramienta de trabajo.
Los consulto para refrescar, desde la fuente, la anatomía en cada detalle, líneas y volúmenes. La luz sobre los planos, el dinamismo de los escorzos. La acción de las articulaciones y la tensión, si cabe, de los músculos que necesitamos para realzar una expresión.
"Poseidón", modelado en arcilla, Elizabeth Eichhorn.
Si lo que te da curiosidad, según tu pregunta, es sobre el posible erotismo que nos pueda producir, lamento decepcionarte, porque nada de eso nos sucede a la hora de tener un modelo delante, por bello que sea, en persona o en fotos, incluso en espectáculos de striptease a los que he ido. No se nos mueve un pelo, en serio.
Detalle de "Poseidón".
Que no es lo mismo sentir atracción puramente plástica por el modelo —repito, indistintamente del sexo— que sentirse seducida por alguien que se lo propone, en circunstancias íntimas muy especiales y puntuales con nosotras.
Eso, es muy otra cosa.
"Descanso", boceto a lápiz, Elizabeth Eichhorn
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