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jueves, 17 de noviembre de 2022

Los niños, genios naturales

 Como docente y madre de dibujantes eximios, al igual que mi esposo, su padre y prestigioso escultor, ambos estábamos totalmente en contra de que a los niños se les enseñe a dibujar.

Costumbres como las de muchos padres que —con sana y buena voluntad— los envían a la profesora del barrio a aprender a dibujar, son completamente erróneas y producen efectos muy contrarios a los que se espera. Imagínate que tu hijo/a juega mucho con elementos de medicina, curando muñecos y a amiguitos. ¿No le irás a enviar a su tierna edad a instruirse sobre medicina, verdad? Lo mismo pasará con el hijo artista en ciernes, sólo le darás al aspirante a médico juegos y libros bonitos acordes a su edad que hablen de la vida de un médico, que puedan pintar y recortar. Exactamente pasa con los niños a los que les encanta dibujar.

Empecemos por tener en cuenta de que los niños, todos los niños nacen genios. Genio: capacidad creadora y pasión por ejecutarla. Los niños son grandes creadores y encuentran pasión en el dibujo porque para ellos es un juego en el que se divierten mucho y pueden expresarse. Todo cuanto hagan es hermoso, no tienen tapujos, son libres. ¿Pintan el árbol de violeta y naranja? Que lo pinten, el dibujo es suyo.

El problema comienza cuando los adultos se ríen de sus "graciosos" dibujos y otros, peor —los he visto— se burlan o los critican. Ahí comienza el trabajo de castración, las alas se les van recortando cada vez más, hasta que se anulan y al crecer se convierten en adultos que se autodenominan nulos para el dibujo y para la creatividad.

Enviarlos a estudiar dibujo es cortarles las alas, también. Les impondrán modelos, conceptos e ideas para las que ellos no están maduros. Se cansarán, fastidiándoles el placer de dibujar para siempre, al mismo tiempo que los hará sentir frustrados porque su creatividad se va diluyendo con las imposiciones de reglas.

¿Quieres un hijo creativo en todo lo que le toque hacer? Déjalo hacer. Cuando sienta curiosidad te preguntará: "¿No está largo este brazo?". Entonces, si sabes, le dirás: "Creo que un poquitito, pero todo el dibujo está maravilloso". Si no te pregunta, apretarás los labios y no le dirás nada.

Recién a los trece o catorce años se puede ir indicando —si lo sabes— alguna sugerencia, sólo si te da pie. Sino, no. No tiene que ser un artista tu hijo, solamente tiene que ser libre de expresarse. Si tu hijo quiere ser artista, entonces lo anotarás, si le gusta, en alguna escuela de estudios secundarios que incluya el arte. O en un taller libre. Pero tu hijo no será artista porque te has ilusionado como padre/madre, sólo la vida misma te lo irá diciendo. ¿Qué apuro hay?

Un niño que concurre desde temprano a un sitio en donde le "enseñen" a dibujar, se volverá un copista incapaz de crear. La creatividad, lo sabemos, se aplica a todo en la vida, no sólo al arte. La creatividad nos ayuda grandemente a resolver los problemas de la vida y a disfrutarla, por ende, más.

Si quieres un hijo feliz y un adulto seguro de sí mismo, no te burles, no lo envíes a aprender dibujo, no lo castres creativamente. Déjalo ser. El arte se le enseña a los niños hablándoles y mostrándoles arte, para que se familiarice con él por su cuenta. Habla de arte de vez en cuando en tu mesa, ellos escuchan y aprenden, esa es la mejor enseñanza. Y solamente les brindarás diversos materiales a tu alcance para que se exprese, lápices, tizas, fibras, témperas, pastas, lo que puedas.

La vida te dirá el resto, a su debido momento, mientras tu hijo se divierte pintando sin trabas.

Cinco años

Siete años

Nueve años

Trece años.