La creatividad desde la infancia
El coraje "Mientras observo a un pequeño en la playa, tratando con esfuerzo de llenar sus moldecitos de arena, pienso en la fuerza creadora que apunta en este simple juego. El chico se afana, intenta, fracasa, reinicia y vuelve con renovados bríos a la tarea. Su carita revela un gran placer; nada lo aparta de su objetivo. De pronto la madre, terminado el tiempo para solearse, recoge sus bártulos y toma al chiquilín por un brazo: -¡Basta, Diego! Es hora de comer- Diego se sorprende, esboza un rezongo pero... acostumbrado sigue dócilmente a su mamá. Vuelve la cara a sus "construcciones" y... a otra cosa.
Esta escena se repite con variaciones en todos los momentos del día. Las madres prefieren actividades programadas, los padres intentan enseñarles "cosas" a sus hijos. Perfecto. Pero, ¿Y la libertad de crear? ¿Cuándo? Ya sé: cuando los chicos juegan solos. Así lo suponemos pero es probable que ni aún en esos momentos se atrevan a intentar cosas nuevas y repitan, en cambio, actos aprendidos, insisten en normas prefijadas. El coraje de crear, de salirse de la norma, de diferenciarse del otro se pierde desde temprano. Se le pide al chico que llene sus moldecitos prefabricados y que lo haga bien. Y después que pinte o dibuje o cante, o toque la guitarra a la perfección. O que baile o recite o aprenda perfectamente un idioma.
No niego que la educación de los chicos se atiene a reglas psicopedagógicas y que el hombre debe intentar hacer bien sus tareas. Pero lo que me preocupa es la falta de estímulo para la creación libre, a pesar de los múltiples intentos de que ella se realice.
Se habla de libertad de expresión, pero apenas esa expresión nos sorprende, nos asusta o nos intriga, ya estamos metiendo "violín en bolsa" y preferimos lo antiguo, lo conocido. Se dice: "¡Que mi hijo haga lo que quiera!" pero se agrega "que lo haga bien". ¿Y quién es el que califica la obra? ¿Cuál es el criterio que se sigue para aceptar un acto o una obra como buena? La respuesta es terminante: el consenso general, lo fijado, lo pretendidamente cierto. Como es lógico, entonces, la creación como intento de renovar, de romper viejas estructuras, de ser realmente libre pasa a ser un mito.
Existe el terrible miedo a la soledad, a la proscripción, aser borrado del grupo, a ser objeto de burlas, a caer en el ridículo, a ser señalado como raro o diferente. Y entonces se elige la repetición, la forma aceptada, la imitación perfecta.
Toda creación requiere coraje. Coraje para no ser entendido, coraje para reclamar el tiempo propio, coraje para decir 'no' a una imposición. Y también la aceptación del trabajo, del esfuerzo, de la derrota, del desaliento.
Crear es desarrollar las propias capacidades, hacerse responsable y asumir la libertad de acción.... Cada vez que un artesano, un trabajador, un artista, un científico siente con fuerza que debe romper una caparazón y hacer que, de sus manos, su mente y su corazón surja "su obra", un estado de alegría, de excitación, de placer lo invaden.
El niño de nuestra historia, allí, en la playa, ensaya sus primeras armas para crear. Esa mirada, esa sonrisa, esa febril actividad son el primer atisbo de lo que luego será su afán de crear. Y si desde temprano se lo cuida, estimula, llegará a gozar de sus posibilidades creativas y adquirirá el coraje de ser un hombre libre.
No debemos pensar en el coraje como patrimonio de los "héroes", sino, aprender a respetarlo en cada ser humano. Un carpintero haciendo una mesa, un músico componiendo una canción, una abuela tejiendo una puntilla o un científico alcanzando su objetivo, son todos ejemplos de creación humana. Pero el carpintero deberá atreverse a agregar su detalle, el músico a incorporar nuevos sones, la abuela a introducir una variante, el científico a llegar un poco más allá de lo conocido. Es así como se revela el auténtico coraje de emprender algo nuevo, personal, no adocenado. Allí se vislumbra la posibilidad de tomar decisiones grandes o pequeñas. La señora que inventa agregar algo a la vieja receta o el niño que cambia un juego o el campesino que se ingenia para mejorar su grano, entán demostrando el coraje de crear.
Al aceptar este copraje nos vamos acercando al ideal del hombre en su plena y auténtica libertad."
(Desconozco su autor)
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