Tuve la inmensa suerte de visitar, una vez y otra, más las otras muchas veces en que quise, el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid, casi enfrente del Museo del Prado. Allí, entre una sorprendente cantidad y calidad de la colección de obras de arte del mundo, de siglos, existe una docena al menos, de pequeñas pinturas de los años 1100 y 1200 d.c., en donde se retrata con fidelidad el cuadro de costumbres de la época en torno a los copistas de libros, todos lujosamente enmarcados.
Fue apasionante descubrir los escritorios con una alzada de estantería, la
cinta que contenía los libros y los mantenía abiertos, las cortinas para que el
reflejo de la ventana no los molestara, las cánulas para escribir, que se
cargaban de tinta desde un tintero, con un elemento especial para eso, los
zapatos ambos de la misma forma, sin derecho ni izquierdo, porque aún no se
habían creado con esa diferencia, el ambiente todo que rodeaba a estos
profesionales de la escritura.
Apasionante de verdad, tantos y tan minúsculos detalles.
Estas son algunas de las fotos que saqué de esos paseos.
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