Mantenerse medianamente informado es importante porque vives en el mundo y lo que en él pase te ha de tocar de una o de otra manera. El tema es informarse bien, con propiedad y con fuentes creíbles, que expliquen su argumento y/o lo documenten.
En lo que a mí me toca, no es una excepción. Si debo hacer una obra que represente algo histórico determinado, debo informarme, so pena de que un conocedor del tema me señale un error vergonzoso. No hay atajos: hay que estudiar, investigar, buscar serias fuentes y documentos.
No se puede hacer una escultura del General San Martín con una chaqueta de uniforme al estilo de los húsares, que se usaba mucho en esa época, pero no era su chaqueta. Este es un ejemplo burdo que sirve para el tema de la información.
En mi ciudad existe un Monumento al Gaucho, realizado en bronce por el escultor Juan Grillo, nacido en la ciudad de Buenos Aires en 1895 y fallecido en el año 1966.
Cuenta la historia que este monumento, una vez terminado, tardó 20 años en ser emplazado e inaugurado, por la burocracia —cuándo no— del gobierno y por los incumplimientos por parte de quienes lo encargaron. Al inaugurarse, fue tanta la emoción de su autor que falleció poco tiempo después, por afecciones cardíacas.
La escultura es maravillosa, con un gran conocimiento anatómico, una elegancia y plasticidad que hace imposible pasar por la rotonda en la que está, sin mirarlo. Es de verdad, una magnífica obra de arte. Pero…
El gaucho verdadero es un errante jinete de las pampas que se dedica a la ganadería en donde lo llamen o en donde puede trabajar, de estancia en estancia. Es un campesino humilde que vive en las llanuras y que las atraviesa con su poncho y su caballo como únicos tesoros propios, bajo el viento, el sol y la lluvia. El gaucho es un hombre libre y rebelde ante la autoridad, especialmente cuando es arbitraria.
"Soy gaucho, y entiendanló
como mi lengua lo esplica,
para mí la tierra es chica
y pudiera ser mayor,
ni la víbora me pica
ni quema mi frente el Sol."
(del Martín Fierro, de José Hernández)
Su caballo, que era su orgullo y su más preciado tesoro, era siempre de raza criolla, el del monumento es un caballo cuarterón, que se usa para pechar a las vacas del matadero. Y además, era entero, jamás el gaucho montaría un potro capado. El lazo siempre lo llevaba a la derecha, la mano que usaba para enlazar, nunca sobre la grupa. Y no tusaba jamás ni la cola ni las crines tan cortas, si lo hacía era sólo un poco, dejando el mechón más largo en la base del cuello para agarrarlo cuando lo necesitara.
El escultor le vistió los pies con unas hermosas botas de potro, de las que hay dos tipos: las abiertas y las cerradas. Fue una pena que le pusiera las abiertas, que eran así para estribar entre los dedos, a lo indio. Porque su bello paisano tiene unos estribos circulares que el gaucho no usaba, ya que se usan hoy en día para que los bovinos no le rompan la pierna al golpear con su cuerpo al costado: es lo que se usa, efectivamente, en los arreos del matadero.
Todo esto me lo han dicho los mismos paisanos modernos, que al vestirse elegantemente de gauchos para los acontecimientos importantes, lo hacen con sus mejores galas respetando la costumbre tradicional, orgullosos de ella. A eso me refiero con estar informado: siempre hay alguien que sabe del tema y que te señalará el error.
De lo que resulta que este Monumento al Gaucho, si bien no representa lo proyectado, no deja de ser, como escultura, una magnífica obra de arte que jamás me canso de admirar. Mas no como monumento histórico.
Apreciemos, de todos modos, los detalles plásticos de la escultura de Juan Grillo, como tal, como escultura. Ya ven, me he ido hasta allí para sacarle fotos para mostrarles.
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