Exactamente como en las demás disciplinas del arte, una obra como tal se identifica cuando se conjugan, en ella, composición, armonía, plasticidad, comunicación, sentimiento, conocimiento profesional, técnica, creatividad. La fotografía no escapa a esa ecuación y aquella que tiene todos los elementos se convierte indiscutiblemente en obra de arte.
Hay un hecho que parecerá curioso: Cuando un pintor o dibujante realiza una obra ante la cual, ciertos espectadores exclaman queriendo, de buena fe, elogiar ese trabajo: "¡Parece una foto!". Es muy flaco el favor que le hacen al artista al decirle un cumplido que jamás caerá como tal, sino que le producirá incomodidad. El pintor o dibujante no pretende que su obra se vea como una foto, sino como lo que es, una obra creativa, personal, hecha con habilidad, talento y mucho trabajo.
En cambio, curiosamente, cuando vemos una fotografía realizada de modo artístico, si exclamamos "¡Parece una pintura!", eso es otro cantar. Porque sí, el laborioso trabajo de crear una obra fotográfica implica tanto trabajo, conocimiento y talento como elaborar una pintura. Ahí es cuando la fotografía es arte puro.
Aquí, unos poquísimos ejemplos de fotógrafos de ayer y de ahora, que nos muestran productos de arte indiscutido, porque bien se sabe que la calidad de cada obra fotográfica la definen los diez centímetros que separan a la cámara del ojo de su artista creador.
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