No existe método totalmente fácil para hornear piezas de cerámica, si se quiere obtener piezas bien bizcochadas, esto es, bien cocidas como para que aguanten el uso ad eternum. Se puede secar mucho en un horno de cocina dos horas al máximo de temperatura pero no quedarán bizcochadas, sólo secas y muy "mirame y no me toques".
Si no se posee un horno de cerámica, hay quienes te lo hornean por un módico precio, ya que los ceramistas suelen hacer eso en sus talleres, además de bizcochar sus piezas incluyen piezas de otras personas y cobran proporcional a las demás piezas que cargan el horno, dividiendo el gasto. Si no tenés eso, tendrás que recurrir a un espacio de tu casa, con tierra.
El modo en que los catamarqueños, como todo artesano del noroeste argentino, cocinan sus piezas en sus patios, es en un pozo hecho a pala en su tierra seca, de al menos un metro de profundidad. Si van a quemar cinco o seis piezas pequeñas, el diámetro del pozo sería, por lo menos, de 80 cm.
Como en este momento no estoy con mi pc y mis archivos de fotos sacadas en esas experiencias hermosas de mi paso por el norte entre amigos descendientes de diaguitas, pondré como ejemplo fotos rescatadas de Google.
Sólo un pozo, no necesita más, aunque hay quienes, más exquisitos y que hornean con más frecuencia, si tienen ladrillos refractarios los apoyan en sus paredes y con ello se aseguran una mayor temperatura.
Se echa bastante pasto, heno, follaje seco en el fondo, se acomodan brasas encendidas, muchas, se coloca más follaje y las piezas acomodadas arriba, en lo posible sin tocarse. Se cubren de más follaje y se pone encima más brasas y luego se tapa con una chapa y tierra, con un tubito en el medio que le permita salir humo y entrar aire, tardan toda la noche ardiendo. Mucho lío ¿no?
Hay un sistema que convierte a sus obras en piezas tipo rakú, un esmalte para este tipo de horno, muy bello y característico. Aun sin esmaltar las piezas quedan muy hermosas, bizcochadas y manchadas con una tonalidad entre gris oscuro y plateado tipo grafito, realmente bonitas. Muy casero y eficaz.
Se busca una lata grande, como de 20 o 30 litros, se le pone unos 15 cm de aserrín, se acomodan las piezas y se tapan con el resto de aserrín, se hace un pozo en medio y se mete en él un buen bollo de papel de diario, se echa un lindo chorro de kerosene para que se empape el papel y luego acomodar la lata sobre piedras o ladrillos comunes para que quede separada del piso. Algo muy parecido a esto:
Dejar unos pequeños agujeros en las paredes de la lata, no demasiados, con diez bastan; las piezas de arcilla deben tener al menos seis o siete centímetros de aserrín alrededor, y más cantidad arriba y abajo. Se usa el kerosene porque es de combustión lenta. Se tapa la lata luego de encender el kerosene del papel con el fuego. A la tapa se le hace también un agujero pequeño y si tenés un caño metálico, mejor, hará de chimenea y de guía, además de evitar que cualquier corriente de aire te afecte el horno. Hay quienes en vez de kerosene ponen brasas ardiendo.
Va a arder muy lentamente, cuando veas salir humo de la chimenea improvisada es señal de que todo va bien. Lleva horas, no hay que tocarlo, que vaya quemando todo despacio.
Quedan preciosas las piezas manchadas, cuando se apaga y se enfría todo. ¡No abras si está caliente! Se rajarán todas las piezas con el cambio de temperatura.
Te he hecho a grandes rasgos una reseña muy breve, estoy segura de que al experimentar te entretendrás mucho y, como todo, es prueba y error, para perfeccionarlo. Es un hermoso trabajo para el domingo. Ojalá te sirva todo esto, que lo disfrutes.
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