domingo, 22 de mayo de 2022

El modelo vivo profesional

 Como corresponde a todo taller de artista plástico, contratar a modelos vivos es una herramienta fundamental para crecer. Hombres, mujeres, bailarines, actores de teatro, fisicoculturistas, flacos, gordos, altos, bajos, embarazadas, madres con bebés, jóvenes, mayores… Cada artista sabe lo que necesita para determinada obra y para este caso busca el modelo idóneo.

En mi Taller no fue la excepción. Para las clases de dibujo el aprendizaje en el pizarrón se complementaba con los ejercicios en papel y luego la aplicación práctica al llegar la hora en que el modelo subía a la tarima.

Tuvimos muchos modelos, desde luego. Entre las mujeres la mejor fue Cecilia Irene Álvarez, exquisita profesional que sabía perfectamente cómo dramatizar cada tema, con sólo la expresión de su cuerpo o con accesorios como cráneos, espadas, abanicos, sombreros, tules. Cuando un modelo es tan exquisito en su trabajo como ella, los dibujantes encuentran un ilimitado campo de temas, de emociones y de inspiración.

Le pedí a ella, a Cecilia, —quién más sino— que respondiera esta pregunta.

"¿Cómo es ser un modelo para una clase de dibujo del natural? Es algo maravilloso.

Antes de ser modelo vivo, yo misma estuve en clases de dibujo donde trabajábamos con modelos. Y siempre había sentido curiosidad al respecto. ¿Qué piensa el modelo? ¿Cómo se siente? ¿Cómo se llega a tener esa profesión?

Algunos (pocos) años después es cuando comenzó mi carrera en esta profesión. Ya había estado del lado del que aprende, del cual nunca me he ido, y era mi primer día en el taller de una artista plástica marplatense, que daba clases en su taller.

La tarima donde iba a estar posando, rodeada de estufas, aún con la bata puesta, y un sentimiento de vértigo en el estómago. La profe sabía que era mi primera vez, y me dio un par de indicaciones acerca de lo que necesitaba para la clase. Una amiga, que fue la que me introdujo, ya me había explicado algunos fundamentos, acerca de las cosas que no debía hacer para no morir en el intento: acerca de dónde y con qué músculos hacer fuerza, dónde recargar el peso y dónde nunca hacerlo.

Había llegado el momento de armar la pose y comenzar la clase. “¿Qué estoy haciendo?” fue lo que pensé 2 segundos antes de quitarme la bata. A partir de allí todo se volvió natural. Subir a la tarima, acomodarme según lo que necesiten los que vayan a dibujar, asegurarme de estar cómoda para poder mantener la posición por mucho tiempo, y permanecer allí. Esto se repite cada vez en cada clase.

Hay gente que dice “yo no podría”, “no puedo estar sin hacer nada”, o “no puedo quedarme quieto”. Supongo que tener carácter tranquilo ayuda. El tiempo que dura la clase, y durante el cual hay que permanecer mayormente quieto y en silencio, se piensan miles de cosas, tan variadas como repasar la lista de compras de lo que falta en casa, recordar que al día siguiente uno tiene que ir a visitar a alguien, o si es una clase con poses cortas, tratar de idear alguna posición interesante que no hayan visto, para que les que dibujan tengan variedad.

Si la pose es con los ojos cerrados, probablemente llegue a dormitar. A veces tenemos la suerte de que hay una mancha de humedad en la pared, y durante las horas que estamos mirándola, vemos aparecer y cambiar mil imágenes diferentes: caras, flores, monstruos, animales. Cuando ponen música, yo en particular ya que mi otra profesión es músico, busco melodías que acompañen a la voz principal. En ese taller donde comencé a posar había unos cartelitos “Por favor no tocar las obras” y “Las obras están en venta”. “Sarbosal racoton robafrop”. Lo leí millones de veces, de atrás para adelante, sin vocales, sin las letras S, sin las letras R, y de formas que ya ni me acuerdo.

Y es una profesión con un montón de cosas hermosas. Que comience un nuevo estudiante y ver su evolución. Ver lo que los dibujantes hacen con la imagen de uno, descubrir cómo te ven los demás.


Por supuesto que tiene las partes menos lindas. De repente comienza a picarte, por poner un ejemplo, una ceja. Hay veces que se puede controlar, otras veces no. Yo descubrí que analizar la sensación del picor ayuda a que se pase. Que comience a acalambrarse alguna parte del cuerpo es otro clásico. No siempre las poses resultan tan “sostenibles” en el tiempo como uno espera cuando la crea. A veces el afán de hacer algo creativo, o de complacer algún pedido específico, hace que las poses no puedan mantenerse por tanto tiempo como uno quisiera. También está la cuestión de la autoestima. A veces podemos descubrir que no nos gusta del todo cómo nos vemos, o escuchamos comentarios acerca de nuestro físico. Estar sin ropa nos hace, en cierta forma, un blanco más fácil a la hora de recibir juicios de la gente acerca de nuestra corporalidad. Pero son detalles, y no son tan frecuentes como para que opaquen el placer de ser Modelo Vivo."


Gracias, Ceci, por todo, por lo mucho que nos has brindado a través de los años en el arte visual, en la música y en la amistad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario