martes, 7 de junio de 2022

Cómo se crean las estatuas colosales

 La construcción de esculturas colosales sólo puede sustentarse con una maqueta previa a rigurosa escala y los planos correspondientes, también a escala, de los cortes transversales a determinadas distancias, cada metro, por ejemplo, como quien corta un salamín en rodajas. Ese es el único modo, y no lo que te han respondido antes con tan buena voluntad. Me atrevo a afirmarlo porque yo misma he trabajado en eso. Veamos un ejemplo:

La Señora de Belén, de 20 metros de altura, a 1.500 metros sobre el nivel del mar, en la cumbre del Cerro el Tiro, en la ciudad de Belén, provincia de Catamarca, Argentina, fue obra de mi esposo fallecido, Hidelberg Ferrino, a quien he ayudado en cada uno de los días que le llevó hacerla, durante tres años, incluso en las noches desveladas para resolver problemas de ingeniería. Es largo -y apasionante- de contar, así que lo resumiré del modo más didáctico posible.

Esta es la maqueta:


Se midió la maqueta al milímetro, y cada centímetro multiplicado por equis veces correspondía a una medida final. Todo fue realizado con precisión absoluta, de quirófano diría. Luego, cada corte transversal fue medido a lo ancho y copiado en cada punto entrante y saliente, fielmente en papeles con cuadrículas especiales en lo que sería su medida final -ese fue mi trabajo-.


Fueron muchos cortes, todos equidistantes, para conformar las cimbras, tal es el nombre de los anillos transversales de una construcción.

Luego hubo que asegurar una superficie firme sobre la cumbre, quitando el polvo volcánico de los milenios, con la ayuda del Departamento de la Dirección de Minas de la provincia de Catamarca, para dinamitar la parte alta del cerro, como quien le rebana la punta a un helado, y con ello dejar al descubierto una superficie firme de roca dura. De este modo quedó un playón de 30 metros de largo por diez de ancho.

Sí, el técnico está preparando la dinamita con su cigarrillo encendido en la boca.


A continuación hubo que hacer cinco grandes pozos cónicos con su base ancha abajo y mas angosta arriba, a manera de anclas, que servirían para afirmar la zapata en la que se levantaría la imagen en la roca del cerro y evitar así los movimientos telúricos y la fuerza del viento Zonda.


Mientras, sobre un piso realizado de cemento bien nivelado, pintado con la cuadrícula en su tamaño final al milímetro, se fueron armando todas las cimbras de madera cortadas anatómicamente por el mismo escultor en los galpones municipales, una a una.


Hecha la zapata, con los hierros de 20 mm de grosor saliendo de ella, se procedió a colocar las cimbras en la altura correspondiente de cada una, anillando el encofrado como guía para cerrar. Durante toda la obra trabajaron dieciséis hombres, todos changos pastores del cerro, de ushuta y honda de pala quienes, al término de la obra quedaron tan especializados que el municipio los tomó como empleados efectivos para sus obras. El maestro Ferrino no sólo fue un gran artista, sino también un gran docente, tanto de técnicas como de música clásica, historia, literatura, viajes por el mundo, mientras los muchachos, ávidos de cultura, le enseñaban, a su vez, sobre la fauna y flora de los cerros, los yuyos curativos, los tintes de sus tejidos de telar, las recetas de comidas regionales y la filosofía del hombre de montaña y del desierto.



Una vez colocadas las cimbras en sus lugares correctos, se procedió a cerrar el encofrado doble, pues la imagen debía ser hueca, dejando una estrecha ventana abierta a cada metro, para ir echando el hormigón sin que la mezcla cayera desvirtuada, sino pareja. Se utilizó un hormigón en su máxima dureza, se llenaba ese nivel, se cerraba esa ventana y se seguía con la siguiente de arriba, en un trabajo continuo y febril de una cadena de manos arreando baldes sin cesar.


Toda la arena fue lavada previamente con agua dulce, la piedra, el agua fue celosamente revisada, cada hierro pintado con antióxido. Como dije, un trabajo de quirófano para asegurar una escultura que resistiese los siglos.

Quitado el embalaje, bajo instrucciones precisas y herramientas especiales, los obreros ayudantes fueron trabajando la superficie para emparejar y dar textura, mientras el escultor, con manos enguantadas, modelaba a pulso las cabezas, las manos, los cabellos, las partes anatómicas.


Terminada de darle las últimas formas, con un material blanquísimo preparado especialmente para esta obra por la fábrica de cemento más importante de mi país, para que resistiera las nieves de invierno y los tremendos soles del verano sin fisuras, los dieciséis hombres, con el escultor, cubrieron la imagen de pies a cabeza.

El niño gigante de cuatro metros y medio es el retrato de nuestra hijita que, en ese momento, tenía once meses.


Desarmando el andamio.



La imagen fue realizada hace ya treinta años y sigue perfecta, bajando el cerro de un tranquito, ligera, aérea y moderna, extendiendo su mano con el pan hacia el barrio huaco más pobre de Belén y con su niño abriendo los brazos en 90º, abarcando desde allá arriba a todo el pueblo.


Es lo que la gente de Belén pidió, fue un desafío para nosotros, y una época inolvidable por el trabajo único y todos sus maravillosos bordes humanos.

Para quien le interese, he aquí un pequeño video de toda su historia, con más detalles.


En conclusión: métodos más limitados, métodos más modernos, avance de la tecnología, máquinas, materiales nuevos, sean las que fueren las condiciones para llevar a cabo las figuras monumentales, el procedimiento base es el mismo: proporción a escala con base en una maqueta previamente elaborada, con el riguroso estudio de cada paso posterior de la técnica, empleando la ingeniería en cada detalle.

Trabajo titánico que merece ser respetado y admirado.

Sirva esta acuarela de una epopeya artística vivida en persona, como amoroso homenaje a un grande del arte argentino. Mi eterno agradecimiento, Hidelberg Ferrino.




Hidelberg Ferrino - Wikipedia

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