No les temo a las fechas límites, aunque muchas me generan ansiedad y no por mí, sino porque los materiales elegidos para cada trabajo tienen sus propias reacciones y eso puede traerme inconvenientes inesperados. Por eso siempre exijo tiempo con cierta holgura para prever estos imprevistos.
Cuando en mi país se celebraban los 50 años del Oktoberfest en la Villa General Belgrano, Córdoba, una fiesta icónica multitudinaria de gran importancia, me solicitaron realizar cuatro cabezudos para el desfile principal… un mes antes. Todo lo que tiene que ver con las tradiciones de mis ancestros me gusta, me sedujo mucho el tema y me sentí capaz de realizarlo, desafiando mis propios principios de plazos de trabajo.
Fue terrorífico. Si bien disfruto cada momento en el que me toca hacer algo, la prisa para cumplir con mis tiempos me agotó. Fui realizando las cabezas de las parejas de alemanes jóvenes y mayores, encerrándome durante el día entero en mi taller, todos los benditos días. Una vez dada la forma con el modelado, se siguió con el molde, secado y el trabajoso vaciado en resina, para que las máscaras gigantes fueran livianas y duraderas.
Los percances que surgieron sólo sirvieron para hacerme más obsesiva. Si me comprometí con una fecha, la cumplo, aunque se caiga el cielo sobre mi cabeza. Al término de la técnica, la única ayuda que pude aceptar, porque ya no daba más, fue la de mi hija, ofreciéndose a pintar los cabezudos con su mano privilegiada para los detalles y colores, en ella podía confiar por completo.
La gente más allegada a mí, un puñado de ellas, iba estando al tanto de mi cuenta regresiva, preguntándome y alentándome. Tiene mucho valor el apoyo sincero en los momentos estresantes.
Las cuatro cabezas fueron enviadas a la ciudad de Córdoba el día anterior de la gran fiesta y el municipio de la Villa General Belgrano viajó para retirarlas con una van, todo full time.
La fiesta de las Bodas de Oro del Oktoberfest, al final, se hizo con toda la pompa calculada y mis cabezudos en medio de la multitud del desfile. Yo, mientras tanto, durante una semana me eché a vivir un dolce far niente forzado para reponer mis fuerzas.
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