martes, 16 de agosto de 2022

Referencias en los artistas, ¿sí o no?

 Un artista puede perfectamente no utilizar referencias. Por supuesto, será un artista que ha usado mucho esas referencias para aprenderlas, de manera tal que, mediante el conocimiento y la técnica, pueda crear las formas que le plazca sin limitaciones. Conocer las bases permite crear hasta el infinito. El que no las conoce, tiene un techo muy modesto y difícilmente puede volar alto.

No obstante, un artista que se mantiene vigente jamás deja de volver a las fuentes. Eso significa que de vez en cuando, una sesión de dibujo con modelo vivo le hará beber de ese manantial que revive y refresca los conocimientos adquiridos. Es como cuando estudiamos un idioma, las leyes, la medicina, la literatura, la historia, las profesiones en general, si no repasamos de vez en cuando las bases, podemos olvidarnos de algunas cosas y cometer un error. Somos humanos.

El artista experimentado que no usa referencias muchas veces en sus creaciones, no debe ser obligadamente un genio revolucionario, solamente necesita ser un activo renovador de conocimientos y práctica, un humilde buceador de fuentes idóneas, no dejándose jamás dormir sobre los laureles.

Hubo un gran artista argentino, Juan Carlos Castagnino, muy amigo de otro gran artista argentino, Hidelberg Ferrino. Ambos eran —son, porque los artistas no mueren, sus obras los mantienen inmortales— muy conocidos también por sus increíbles dibujos de caballos, el primero los dibujaba y pintaba, el segundo los dibujaba y esculpía. Ambos creaban animales que parecían vivos en sus materiales.

Cierto día, Castagnino estaba de visita, como todos los veranos, en la casa de su amigo Ferrino y éste, que solía disfrutar de largas jornadas dibujando potros en las estancias "La Pastora" y "Los Arbelaiz", en la provincia de Buenos Aires, le dijo al pintor:

—¿Cuánto hace que no olés la bosta de los caballos?

Castagnino cazó en el acto la pregunta y le respondió:

—Uh… un montón…

Ferrino y Castagnino fueron, entonces, a la estancia "La Pastora" al día siguiente y todos los días de ese verano, desde las seis de la mañana hasta las seis de la tarde, cortando las horas con un regio puchero servido en la amplia cocina del capataz, el señor Álvarez, o unos ravioles caseros, o un asado, lo que hubiera en el día, era una amistad de muchos años con todos, el personal del campo.

Fueron días y días de febriles dibujos, papeles que se fueron amontonando, las manos de los dos ya eximios dibujantes volaron con pasión y concentración, encontrando mil temas en la manada que los peones ponían frente a ellos. Incluso dejaban una yegua alzada en un corral y llegaron a dibujar como locos a dos potros que se pelearon por disputarse la hembra.

El primer día de su práctica de dibujo, Castagnino se lo pasó echado panza al suelo, con su tablero con papeles sobre el pasto, mientras la yegüita "Brigitte", una baya de crines rubias, le despeinaba suavemente la cabeza con sus labios.

—Tenés razón, che, no hay como oler la bosta de los caballos.— le dijo a Ferrino.

Frase icónica que recordamos mucho a la hora de refrescar conocimientos para reforzarlos, volviendo a las fuentes para retroalimentarnos en ellas y no necesitar tanto de referencias por un buen tiempo.

H. Ferrino y J. C. Castagnino en "La Pastora", verano de 1972.

Año 1968

Obra de Juan Carlos Castagnino.

Obra de Hidelberg Ferrino.

No hay comentarios:

Publicar un comentario