Sobre la inspiración hay mucho campo para hablar, se puede recibir una idea en la mente en cualquier momento, caminando en la calle, bañándonos, despertando temprano y aún medio dormidos, comiendo, mirando un paisaje, ¡plop! y ahí ya nos pican las manos para ir al taller a hacerla. También trabajando en la obra, se nos viene ¡plop! una idea diferente y nos apuramos a terminar lo que estamos haciendo para poner manos a la otra nueva idea.
El tema es que cuando se está haciendo esa nueva obra ya se nos viene ¡plop, ¡plop! otras dos más a la cabeza. Es como una máquina, más está en funciones, más se lubrican sus engranajes y mejor funciona. Te apurás febrilmente con la que estás haciendo ahora y ponés manos a la obra en la nueva idea, pero, oh, mientras hacés esta vienen cuatro ideas más…
Exactamente lo que estás pensando, nunca jamás alcanza la vida de un artista plástico para hacer todas las ideas que tiene en la cabeza, se limita solamente a hacer lo que puede y como puede. Por eso Picasso decía que mayormente "la inspiración nos encuentra cuando estamos trabajando", la cabeza es una máquina con engranaje muy aceitado cuando está en acción.
Cierto día necesité hacer una escultura de una niña, más precisamente una figura de tamaño natural que representase a la hija del General José de San Martín, Merceditas. Ya tenía todo armado en mi cabezota, su cabello, su simbólico moño, su historia de medallas y muñecas, su ropa de época con puntillas, su actitud. No veía la hora de empezar a plantarla sobre la mesa de trabajo pero, como en todo, necesitaba un disparo de largada para empezar y para ello pensé en mi sobrinita S., ella tenía seis años, justo la edad de la niña que yo quería representar, era perfecta.
Llamé a su madre, recuerdo con exactitud que era las 15 horas de un tranquilo sábado de invierno, le pregunté si estaría en su casa, y a su respuesta afirmativa le dije si me permitía ir una escapadita, sólo quince minutos para tomarle a la nena unas medidas y un par de fotos. Me dijo que ahora no podía y que el jueves siguiente me diría cuándo podría ir.
Imagínense a una persona que quiere algo para el día anterior, con un volcán dentro del pecho largando humo y a punto de erupcionar, me resultaba imposible esperar tantos días. Así que acto seguido llamé a mi infalible amiga G., cuya hijita P. era un poquito mayor que mi sobrina, pero al ser de contextura menuda podría lo más bien hacerla pasar como de seis años.
Exactamente cinco minutos tardó mi amiga en venir a mi taller en su coche, con la nena. Saqué las fotos, le tomé medidas, tomamos café y se fueron las dos, todo en media hora.
La "calentura" por trabajar en algo que en la cabeza quemaba me hizo crear la obra hasta casi terminarla a la noche y ajustarle los detalles al día siguiente, dejándola lista para moldes y vaciados. Yo estaba feliz. Y aliviada.
El tema es ese: dejas pasar la inspiración sin elaborarla enseguida en el material, y la perdiste.
"La hija de don José". Elizabeth Eichhorn. Museo de la Ciudad de Arrecifes, Argentina.
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