domingo, 31 de julio de 2022

Emociones en un bautismo futbolístico

El primer estadio de fútbol que visité, al que fui solamente porque las circunstancias me llevaron, fue... ¡la Bombonera!

No soy fan del futbol ni me interesa más allá de ver a la selección de mi país en los mundiales, apenas conozco el reglamento de un partido. Sin embargo, las circunstancias de la vida en mi trabajo me hicieron conectar con mucha gente linda y valiosa relacionada a este deporte.

Sucedió cuando se iba a inaugurar la escultura homenaje a Diego Maradona, que me habían encargado en ese tiempo. Llevaron la obra terminada, desde mi casa hasta la ciudad de Buenos Aires, al Club de Boca Juniors. Los muchachos salieron todos en la van, directo de mi taller al club y yo viajé en bus, para llegar casi juntos a la capital.

Nunca había visitado en mi vida un club de fútbol, realizamos las maniobras para entrar la escultura de 250 cm de altura, para la que había previsto un carro especial que mandé hacer, la obra pesa 316 kilos, lo sé muy bien porque entre los hinchas hicieron una apuesta para ver quién acertaba con el peso. Con mi experiencia en obras anteriores, la colocamos en su pedestal con precisión de un reloj, a pesar del esfuerzo. Luego de ser tapada con una pana negra, quedamos en esperar, a la tarde, la llegada del homenajeado que, en ese momento, estaba arbitrando un partido amistoso en El Salvador.

A la tarde, Diego ya estaba en el aeropuerto y se mantuvo en contacto por teléfono móvil con los muchachos organizadores del evento, "espérenme, pibes, que ya salgo para allá". Lamentablemente, en el aeropuerto de ese país habían problemas internos y el avión no salía, conforme pasaban las horas.

Llegó el momento del partido de Boca (local) con Argentino Juniors (visitante), siendo éste último el primer equipo en el que Diego jugó en su trayectoria profesional. Todo era muy simbólico y adecuado para ese día que, a la noche, sería la "Navidad Maradoniana", con motivo del cumpleaños de Diego. Ah, sí, fue una experiencia muy pintoresca.

Estando por comenzar el partido, el Club nos invitó a verlo. Aunque me negaba, porque no me interesaba ir, mis jóvenes amigos insistieron. "No, Elizabeth, usted no puede perderse el partido, venga con nosotros, vamos, vamos". Ok, okey.

¡Cuánto les agradezco a estos chicos apasionados que insistieran! ¡Qué experiencia, qué experiencia! Nos sentamos en un lugar ventajoso en donde se podía apreciar la gigantesca bombonera, con su nombre bien ganado, por la forma de su estructura. Yo estaba vestida de inauguración, igual me sirvieron un pancho porque, estar en un partido y no comerlo, no era cosa completa, me comí el pancho tratando de no ensuciar mi impecable trajecito color marfil.

La tribuna, colmada, cantaba toda junta y durante todo el tiempo no dejó de cantar. Era como un sonido de sirenas mitológicas, grave y suave, de continua entonación. Esa suerte de ulular melódico me subyugó. Aún, de recordarlo, se me eriza la piel.

Cuando salieron los jugadores todo se volvió blanco, millones de papelitos caían como nieve con profusa densidad, el verde del césped de la cancha dejó de ser verde. Durante el partido, ante amenaza de gol, la actitud del público se me antojaba como las máquinas textiles industriales, en donde las mil las agujas tejedoras se mueven al mismo tiempo hacia adelante, con un sordo lamento de tragedia.

En el momento en el que Martín Palermo metió un gol xeneize, la tribuna erupcionó, fue un violento volcán. La Bombonera es famosa por ser el estadio que más vibra en el mundo con los gritos de los hinchas y lo pude comprobar, se estremecían de tal modo las gradas y mis entrañas que creí, honestamente, que el cemento se iba a quebrar, cediendo con todos nosotros encima, es algo tan impresionante que se opaca cuando lo cuento.

Mi momento en ese estadio fue para mirar, durante todo el tiempo, los miles de detalles que pude apreciar, personas, rostros, gestos, escenas, palabras, interacciones. Sí, fue inolvidable. Mi primera y única vez en un partido, aunque no la última en un Club de futbol, porque esta escultura se convirtió en un "cabeza de serie" para todas las que vinieron después, en distintos clubes y, en cada uno, una experiencia extraordinaria.

No hay comentarios:

Publicar un comentario